Con el tiempo, el Consejo los volvió a reunir, esta vez en sesiones controladas.

Los llamaban Tríada Alfa. Les explicaban que sus habilidades eran complementarias:

Selena percibía, Cayden protegía, Leo estabilizaba.

Era una mentira disfrazada de propósito, pero funcionó. Entre ellos comenzó a formarse algo que el Consejo no había planeado: confianza.

Cayden se convirtió en el escudo. Era quien hablaba cuando los doctores insistían demasiado, quien los defendía durante los ensayos. Su presencia imponía respeto, incluso entre los superiores.

Leo, en cambio, era el estratega. Tenía una mente precisa, casi mecánica, pero detrás de sus palabras se escondía un instinto protector. A menudo discutía con Cayden, aunque ambos sabían que compartían el mismo objetivo: mantener a Selena a salvo.

Y ella era el centro que los unía. Sin quererlo, su empatía los sincronizaba. A veces, durante las sesiones, sus emociones se mezclaban tanto que resultaba imposible distinguir cuál pertenecía a quién.

“Cu