Intento de Escape.
La luz blanca del laboratorio tenía un zumbido que perforaba la cabeza. Pulsaba. Vibraba. Como si el mundo respirara en patrones que no eran humanos.
Damian abrió los ojos y el brillo lo obligó a entornar las pestañas. No recordaba haberse quedado dormido. No recordaba haber aceptado nada. Solamente a Isela. Su rostro era como una imagen doblada por agua, arrastrada hacia el fondo.
Y entonces, el tirón. Un jalón interno, como si un hilo invisible estuviera atado a la base de su cráneo. Un impulso que decía: encuéntrala.
Damian apretó los dientes. Ese pensamiento no era suyo.
Trató de mover los brazos; las ataduras en la camilla presionaban su piel. El frío del metal le ancló la respiración a un ritmo mecánico. A un metro, escuchó un quejido familiar.
—Livia… —murmuró.
Ella abrió los ojos de golpe, como si emergiera de una pesadilla a otra peor. Estaba pálida, el cabello revuelto y seco por el polvo de los derrumbes. Su pecho subía y bajaba de forma errática.
—¿Damian? —su voz era apen