Hermanos Mal Definidos.
El pulso cambia sin previo aviso, no se intensifica de forma gradual ni se disuelve como otras veces. Simplemente muta.
Se vuelve más grave, más lento, como si alguien hubiera ajustado una frecuencia que no estaba pensada para cuerpos humanos.
Isela es la primera en notarlo.
No porque Cayden falle, todavía no, sino porque algo en su pecho se tensa con una claridad incómoda, como si una emoción ajena hubiera encontrado un atajo directo hacia su sistema nervioso.
Se detiene en mitad de la carretera.
El viento sigue igual, el cielo no cambia, el mundo continúa funcionando como si nada hubiera ocurrido. Pero debajo de todo eso, algo fundamental se ha desplazado.
—¿Lo sentiste? —pregunta.
Cayden no responde de inmediato.
Su cuerpo sí.
La vibración bajo su piel, ese zumbido constante que desde hace horas amenaza con convertirse en sobrecalentamiento, se estabiliza de golpe. No desaparece, pero deja de escalar.
La temperatura interna desciende apenas lo suficiente como para que sus músculos