El Peso de los que Quedaron Atrás.
El camino no tenía nombre.
No figuraba en mapas oficiales ni en los corredores de datos que el sistema Alfa aún intentaba rastrear. Era una franja de asfalto agrietado, flanqueada por campos muertos y estaciones de servicio abandonadas, donde el viento arrastraba polvo viejo y recuerdos que nadie reclamaba.
Damian avanzaba primero.
No por liderazgo, sino porque su cuerpo no sabía detenerse.
Cada paso era una negociación interna: músculos humanos obedeciendo órdenes que no venían de él, impulsos artificiales que intentaban imponer trayectorias que ya no coincidían con el terreno real. Su implante, dañado desde el enfrentamiento anterior, emitía pulsos erráticos, como un animal herido que no comprende por qué sigue vivo.
Las voces no se callaban.
No eran alucinaciones completas. Eran fragmentos: comandos incompletos, evaluaciones de riesgo, órdenes superpuestas que se interrumpían entre sí.
—Avanza.
—Detente.
—Prioridad: recuperación del activo.
—Error de clasificación.
—Amenaza colater