Cuchillos Invisibles.
El silencio después de la aparición de Selena fue más cortante que cualquier disparo. La luz parpadeante de los fluorescentes dibujaba sombras largas que hacían que todos parecieran más altos, más peligrosos.
Selena avanzó despacio, el arma firme en sus manos. Su cabello húmedo caía en mechones sobre su rostro, pero sus ojos brillaban con la misma intensidad que Isela recordaba de los rumores: ojos de alguien que había visto demasiado y sobrevivido.
—Bajen las armas —ordenó, sin apartar la mira de Damian.
Leo dio un paso al frente, interponiéndose instintivamente entre ella y el resto.
—Selena… no tienes que hacer esto.
Ella arqueó una ceja, esbozando una sonrisa amarga.
— ¿No? Después de todo lo que me dejaste a mí, Leo, ¿crees que todavía tienes derecho a decirme qué hacer?
Isela miró a Damian, esperando que él respondiera, pero Damian mantenía la mandíbula apretada, los ojos fijos en la mujer. Era como si estuviera evaluando cada posible trayectoria de bala, cada salida de emergenc