8. Donde empieza el silencio
Nunca me gustaron las noches que parecen perfectas. Suelen esconder algo que después se cobra caro.
La lluvia seguía cayendo cuando dejé a Mile frente a su pensión. Ella me miró un instante antes de bajar, con esa mezcla de gratitud y duda que me desarma más de lo que debería. No dijo nada. Tampoco yo. Nos entendimos sin palabras, como si el silencio fuera un idioma que ambos dominábamos desde antes de conocernos.
El parabrisas dibujaba líneas líquidas sobre la ciudad. Pensé en todo lo que había pasado esa noche: la presentación, las miradas, el roce de su mano con la mía. Pequeñas cosas que no deberían pesar tanto… pero lo hacían.
Encendí la radio. Una canción vieja llenó el auto. “Love is a losing game.” Apagué. No necesitaba recordatorios.
Dormí poco. Soñé con lluvia. Soñé con ella.
A la mañana siguiente, la agencia era un caos disfrazado de eficiencia. Gente corriendo, llamadas, risas impostadas. Mile estaba en su escritorio, concentrada, el cabello húmedo aún. No me vio llegar, o