Capítulo XXV

El edificio de oficinas de Horus Arslan, en el corazón de Los Ángeles, era tan frío y moderno como él mismo. Ventanas de cristal oscuro, acero pulido, y un silencio que imponía respeto. Estaba a media hora de Malibú, la distancia justa para que Horus pudiera separarse de su fachada de esposo.

Horus estaba en su oficina, trabajando en una mesa de caoba maciza, cuando entró un hombre enorme. Era Nicolai Koslov, un ruso, empresario de talla mundial, y el mejor amigo de Horus desde la universidad. Nicolai era la única persona que conocía la verdadera historia de los Arslan, aparte de Vittoria.

Nicolai era un hombre impresionante. Alto, con el cuerpo ancho de un hombre fuerte, y con tatuajes oscuros que asomaban por la manga de su traje. Su cara, por el contrario, era amable. Se acercó a Horus con una gran sonrisa.

—¡Horus, hermano! —dijo Nicolai, con su voz grave, ofreciendo un apretón de manos fuerte.

—Nicolai. Me alegra verte —respondió Horus, con una rara muestra de afecto.

Se sentaron
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