Horus se preparaba para su salida. La llamada de Senay había sido un bálsamo para su alma herida. La felicidad era visible en cada uno de sus movimientos. No había tiempo para la rabia contra la prensa o los escándalos; por fin, Senay le había dado una oportunidad de aclarar las cosas y no dejaría nada fuera. Había acomodado toda su agenda para que ella fuera su centro esa tarde, cancelando la junta directiva y silenciando el teléfono. Quería llegar a esa playa con la calma de un hombre que sabe que tiene el amor, pero que también lleva la verdad.
En ese momento buscaba una carpeta en su oficina, la misma que contenía la prueba de la compra de la toxina. Su plan era mostrarle a Senay los hechos fríos e irrefutables.
De pronto, la puerta de su oficina se abrió y entró Nicolai. Su expresión seria alertó a Horus, quien enseguida le preguntó qué pasaba.
—Amigo, no vas a creer esto —dijo Nicolai, sin poder disimular su sorpresa—. En la puerta está parada Elena Williams. Quiere hablar conti