La mañana en la mansión de Malibú era de una calma forzada. Horus y Senay habían ensayado su papel de matrimonio sólido y estratégico.
El coche con los visitantes se detuvo frente a la puerta. De él descendieron el abuelo Selim Hassan, imponente, con su traje de corte clásico, y Elif, la hermana menor de Senay, cuyos ojos se abrían con asombro ante el lujo desmesurado.
Horus y Senay avanzaron para recibirlos, manteniendo una cercanía calculada que debía parecer amor o, al menos, profunda lealtad.
—Abuelo. ¡Qué alegría tan grande tenerte aquí! —Senay abrazó a Selim con un afecto sincero que aligeró la tensión del patriarca.
—Mi nieta. Estoy aquí para asegurarme de que mi única nieta esté a salvo —dijo Selim, su voz era un trueno suave. Miró a Horus con una seriedad que era una advertencia.
Luego, Senay se dirigió a su hermana.
—¡Elif! No puedo creer que estés aquí.
—¡Senay! —Elif se lanzó a sus brazos, el contraste de su ropa más sencilla con la elegancia de su hermana era notable. El