Capítulo 94

Años antes…

Sofi se encontraba en su habitación echada en la cama escuchando música conforme y leía uno de sus libros románticos, en esa oportunidad le había toca a “Orgullo y prejuicio”, estaba absorta en su lectura cuando la puerta de su cuarto está abierta dando un paso a su madre que llevaba una gran sonrisa dibujada en su rostro.

—Sofi —llamó su atención la madre, pero la joven no le estaba escuchando. Ella se acerca a su niña y le quita los audífonos—. ¡Sofí! —repite elevada la voz.

—¿Qué ocurre? —Al ver la sonrisa de su madre, la niña frunció el ceño—. ¿Por qué sonríes así? —preguntó, sin poder evitar sonreír también.

—Debes preparar tus maletas que nos iremos de viaje.

—¿Nosotros dos?

La madre negoció con la cabeza sin perder la sonrisa.

—Nos iremos los tres.

—¿Con papá? —indagó sorprendida. Había pasado mucho tiempo desde que no tenía un viaje con su padre.

—Al fin lo pude convencer para que este año se tomara unas vacaciones.

La joven saltó de la cama y se apresuró a buscar cosas; metía toda su ropa con velocidad en la maleta sin siquiera acomodarlo. La madre se rio y ella se detuvo mirándola con la boca y los ojos abiertos.

—¿Qué?

—¿Qué haces?

—Las maletas —le respondió Sofi como si fuera una obviedad.

—Debes doblar bien tu ropa.

—Ay, mami, debemos apurarnos antes de que cambie de opinión o, peor aún, antes de que l llamen de la empresa porque surgió algún imprevisto.

La madre se volvió a reír conforme negaba con la cabeza.

—No te preocupes, eso no va a pasar. Yo misma habló con Vicente para que se ocupara y no molestara a papá.

La joven suspir de manera audible y se sent en la cama.

—Entonces, acomodaré todo como corresponde —anunció siendo consciente de que, si la madre y Vicente se había complotado para poder viajar, todo iría bien. Ese viaje se haría sin altercados.

—Nos iremos por la mañana.

Sofi ascendió y se dispuso a quitar todo el bulto desordenado de la maleta para acomodarlo como era debido. Antes que saliera el sol, ella estaba en la cocina; su maleta estaba a un lado de la encimera, mientras preparaba el desayuno para sus padres.

—Buen día, cariño —saludó el padre entrando al lugar—. Eso huele muy bien.

—Buen día, papi.

El hombre se sentó viendo que en la mesa había frutas cortadas, tostadas, mantequilla y dulces. Sofi colocó la taza de café frente a su padre y un plato con wafles.

—Tu madre te avisó del viaje, ¿verdad? —curioseó, viendo la maleta de su hija reposando a un lado de la encimera.

—Sigue siendo el plan, ¿no?

Su padre alarmante al notar la cara de preocupación de su niña.

—Sigue siendo el plan —confirmó.

-¡Genial!

Poco después la madre se unió al desayuno para luego emprender el viaje hacia Ibiza.

Sofia estaba muy emocionada por las vacaciones junto a sus padres, le encantaba viajar con ellos; el estar con ellos ya era toda una aventura para la joven, muy pocas veces ocurría ya que su padre trabajaba mucho, a veces llegaba a pensar que ese hombre vivía solo para la empresa que le dejó su padre. Pero Sofi no sabía que aquel hombre vivía solo para su mujer y su hija, aunque le costara despegarse del trabajo. Todo era por y para ellas.

En cuanto se alojaron en el hotel, la joven corrió directo al baño para colocarse el traje de baño y un pantalón corto para correr a la playa. Se había colocado unas lentes de sol, en su brazo colgaba una toalla y apretujaba contra su pecho un libro, su reproductor de música y una botellita de agua.

—A dónde vas tan rápido? —preguntó su padre.

—A la playa —contestó ella elevándose e de hombros.

—Apenas llegamos —articuló la madre.

Su padre notó que la sonrisa de su niña caía y no pudo retenerla allí.

—Vete, antes de la cena debes estar aquí que iremos a comer afuera —Sonrio al ver que los ojitos de su hija resplandecían de nuevo.

—Sí, papi.

Besó a su padre susurrándole un “Te amo” y luego a su madre, repitiendo la acción.

—¡Debes elegir un lindo vestido para esta noche! —alcanzó a gritar su madre antes que la niña desapareciera por la puerta—. Esta niña —sospechada.

Sofi se apresuró a buscar un buen lugar en la playa para poder terminar su lectura; colocó la toalla sobre la arena, se recostó con el estómago hacia abajo, acomodó su botellita a su lado, se subió las lentes y rebuscó la página en la que se había quedado. Otra vez se adentraba en la historia de Elizabeth y el Sr. Darcy, soñando con que algún día algo así le pasara a ella. Deseando que algún día encuentres un amor así.

De pronto, un golpe hace que su botella se sacuda salpicándola de agua para luego golpearle la cara haciendo que sus lentes se rompan y su libro cayera de sus manos.

—¿Qué…?

—¡Lo siento! —gritó un niño corriendo hacia ella—. ¿Te encuentras bien?

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