Lina se duchaba enojada, maldiciendo por lo bajo por haber perdido contra Alex. Recordaba cada movimiento de él y cada cosa que le dijo. Una sonrisa se dio a conocer, cuando le dijo que la extrañaba y cuando recordó su cara de victoria después de ganarle. Creía en Alex, pero no podía quitarse de la cabeza lo que esa zorra hizo, verla con los labios pegados a los de él, fue un baldazo de agua helada y cada vez que lo recordaba la rabia resurgiría de su interior. Era algo inevitable, sus celos la segaban, su posesividad le hacía perder los estribos.
Luego de veinte minutos y todavía con rabia y esos celos que la volvían loca, se dispone a salir de la ducha, se envuelve en una toalla y camina hacia su casillero en el vestuario para vestirse. Pero para su sorpresa, no estaba sola.
—Es el vestuario de mujeres —escupe al ver a Alex.
-Perder.
— ¿Qué haces aquí? —pregunta conforme busca su ropa.
—Esperarte —se limita a responder, mientras la observa con una media sonrisa.
—No voy a ir contigo