Capítulo 69

Lina se duchaba enojada, maldiciendo por lo bajo por haber perdido contra Alex. Recordaba cada movimiento de él y cada cosa que le dijo. Una sonrisa se dio a conocer, cuando le dijo que la extrañaba y cuando recordó su cara de victoria después de ganarle. Creía en Alex, pero no podía quitarse de la cabeza lo que esa zorra hizo, verla con los labios pegados a los de él, fue un baldazo de agua helada y cada vez que lo recordaba la rabia resurgiría de su interior. Era algo inevitable, sus celos la segaban, su posesividad le hacía perder los estribos.

Luego de veinte minutos y todavía con rabia y esos celos que la volvían loca, se dispone a salir de la ducha, se envuelve en una toalla y camina hacia su casillero en el vestuario para vestirse. Pero para su sorpresa, no estaba sola.

—Es el vestuario de mujeres —escupe al ver a Alex.

-Perder.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta conforme busca su ropa.

—Esperarte —se limita a responder, mientras la observa con una media sonrisa.

—No voy a ir contigo —suelta, colocándose una tanga por debajo de la toalla.

—Te recuerdo que gané, por lo tanto, vuelves a ser mía.

—No soy de nadie —espeta colocando sus manos en las caderas y mirándola con el ceño fruncido. Alex la observa por unos segundos y se levanta, acercándose a ella con lentitud—. No sigas —advierte. Él la ignora y camina hasta quedar a un centímetro de distancia. Con un rápido movimiento le quita la toalla dejándola solo con la tanga—. ¿Qué haces?

—Amo esas cicatrices —murmura acariciando con la yema de su dedo un par de las cicatrices que le quedaron del rapto de Dany. Inconscientemente, ella aguanta la respiración y él baja su mano hasta el borde de la tanga, la toma por un costado y con velocidad y precisión tira de ella, desprendiéndola de su cuerpo. Provocando que pegue un grito ahogado—. ¿Qué dices aquí? —inquiere tocar su pelvis, justo donde tiene el tatuaje. Ella niega con tozudez—. Habla Lina, ¿qué dices? —vuelve a preguntar casi en un gruñido.

—Le pertenezco a “ojitos de hotel” —susurra sin aliento cuando la mano de Alex se aventura más al sur.

—Eso significa que eres mía —entona satisfecho contra su boca.

Lina asiente por inercia y cierra los ojos. Lo necesitaba y el hacerse la fuerte no le había ayudado en nada, le había pasado factura cada día de esa última semana. Quería estar con él, en sus brazos, en su cama, bajo su cuerpo; Quería sentirlo dentro, quería todo lo que él le daba, lo quería y necesitaba imperiosamente.

Alex se acerca más a su boca dejándole su aliento caliente sobre sus labios. Ella espera el beso con ansias, quiere ese beso que siempre la completa, el que solo él sabe darle. Sin embargo, solo obtuvo un casto beso y su mano se alejó, dejándola vacía y fría.

—Vístete —esboza a su oído y sonríe al ver como gruñe. Ella vuelve a ser de él, su cuerpo le sigue respondiendo a él y traicionándola a ella, haciéndole saber que jamás la perdió y que ella lo ama tanto como lo hace él. Se aleja y camina hacia la salida de los vestidores—. Te espero afuera —le hace saber antes de salir de ahí, dejándola con una calentura palpable y desconcertada.

«¿Qué pasó? En otro momento me hubiera tomado contra los casilleros sin miramientos» piensa.

Alex estaba queriendo retomar el tiempo perdido y si la tomaba ahí sin más debía ser rápido y hasta quizás brusco y muy lejos estaba de ser su deseo. Quería contemplarla, desearla, adorarla y amarla; algo que no iba a suceder en un polvo rápido dentro del vestuario de un gimnasio.

Cuando sale del vestidor, Lina puede divisar a Alex hablando con Gaby y el entrenador ya Ian que estaba más cerca de ella y había retomado las pesas.

—Te puedes lastimar con eso —se burla al pasar por su lado.

— ¿Cómo fue la pelea con Alex? —provoca el rubio.

—Mejor de lo que pensaba —contesta dejando a Ian desconcertado por unos pocos segundos.

—Eres mi ídolo, Lina —se carcajea.

Lina sonríe y sigue su camino hacia los demás.

—Él fue un gran luchador —escucha decir al entrenador a medida que se acerca—. Ha representado este gimnasio muchas veces y lo ha dejado muy bien parado, siempre trajo una medalla, jamás decepcionó a nadie.

—Fue el mejor —acota Gaby.

— ¿De quién habla? —pregunta ella al llegar.

—De Lucas —contesta el entrenador ya Lina se le estruje le corazón—. Estaba contándole a Alex que él era mi mejor luchador —comenta con orgullo.

Ella lo queda mirando y sus ojos se nublan de manera inevitable por las lágrimas. Alex la mira y pasa un brazo por sus hombros pegándola a su cuerpo y deposita un beso en la sien.

— ¿Todavía no le has mostrado la vitrina? —indaga tratando de sonar lo más normal posible.

-No. ¿Quieres verla? —le pregunta a Alex.

Él posa su mirada en Lina y ella asiente en silencio.

—Por supuesto.

Caminan hasta un rincón, donde había una gran vitrina de vidrio, donde se podía ver muchos trofeos, medallas y cuadros de hombres y mujeres luchadores levantando los cinturones. En uno de esos cuadros se puede ver a Lucas, siendo mucho más joven de cuando él lo conoció.

—En ese caso, Lucas tenía 18 años, fue su primer campeonato. Llegó al segundo lugar —le cuenta el entrenador señalándole el cuadro, pasa por otro y también lo señala—. Este fue su tercer campeonato tres años después, en este si llegó a ser el primero. Casi pierde en los cuartos, casi pierde un brazo —suspira y luego muestra una sonrisa—, pero de último momento encontró la forma de someter a su contrincante.

Una lágrima rueda por la mejilla de Lina al recordar esa pelea, fue la primera vez que lo veía luchar y estaba con mucho miedo y más cuando casi pierde el brazo, lo tenían en una llave y él no se sometía, luchó hasta que pudo salir del agarre y terminó ganando.

Alex le limpia la lágrima y le regala un beso cerca de la boca mostrándole una sonrisa para que ella así lo recuerde: con una sonrisa.

—Fue la primera vez que lo vi luchar —murmura Lina con la voz entrecortada.

—Sí, recuerdo que meses antes habías comenzado a venir y te habías puesto terca en que querías pelear también —se carcajea el entrenador—. A Lucas casi le da un ataque al corazón cuando te escuchó.

—Lo recuerdo, el día que estaban anotando a los luchadores casi te atamos con Lucas —Ríe Gaby—. Siempre fuiste jodida, Lina, y Lucas muy protector —concluye con los ojos aguados por las lágrimas, pero sin dejar de mostrar su sonrisa.

—Sí, recuerdo como discutió conmigo.

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