En la casa del morocho, se encontró desayunando con una Lina ausente. El morocho la miraba con atención, pero ella no se percataba de lo que sucedía alrededor. Lina estaba perdida en sus pensamientos, en aquellos, que una y otra vez la llevaban a la escena vivida en la oficina de Alex, de a rato su ira renacía y de a rato renacía su tristeza.
—La llevo a Aye a la escuela, ¿quieres? —habla Gaby, pero Lina estaba tan perdida en sus recuerdos y cavilaciones que no lo escuchó—. Lina —le llama atención la tirándole con una servilleta, lo que causa que ella salte sobre la silla.
—Gaby —chilla con el ceño fruncido.
—Te estoy hablando, Lina, y no me escuchas. ¿Dónde estás?
—Aquí —contesta elevando los hombros.
—No estás aquí. Deja de pensar, que puedo ver como echas humo por las orejas.
—Estaba pensando en que tienes razón —dice, tomando un sorbo de su café.
—Así? ¿Y en qué? —cuestiona elevando una ceja y cruzándose de brazos esperando con lo que pueda llegar a salir su amiga.
—En que estoy así porque no golpeé a nadie.
—Yo no dije eso —exclama el morocho frunciendo el ceño por como ella daba vuelta todo lo que él le decía.
—Hoy a la tarde vamos a ir al gimnasio, necesito descargarme.
—Como quieras —suspira.
Era mejor eso a que quiera ir a golpear a Alex o la tal Rachel.
Después de desayunar Gaby se marchó con Aye para ir a buscar a Sofi y Mateo para llevarlos a la escuela, mientras Lina se quedó en la casa a ordenar un poco el lugar.
—Es un poco raro ese Mateo —comenta Aye sorprendiendo a Gaby.
—Yo no lo veo raro.
—¿Cómo qué no? Le gustan las pizzas como a las tortugas ninjas…
—A mí también, y las tortugas ninjas; fanáticos de la soja de Leonardo.
—…Escucha esa música horrenda que canta Eminem —siguió ella ignorando el comentario del morocho—. Se viste como un cantante de rap, se hace el gran jugador de las carreras de autos, siempre tiene esos auriculares colgando y…
—Sí, para —interviene Gaby—. ¿Cuál es el problema que tienes con él?
—Me dice enana —refunfuña cruzándose de brazos, provocando que su tío se carcajee—. ¡¡¡Tío!!! —chilla con enfado.
—Lo siento, lo siento —Aprovecha el semáforo para mirarla a la cara—. ¿Todo por qué te dice enana? Eres más bajita que los demás, pero en unos años vas a pegar un gran estirón y vas a hacer la más alta de todos.
—No te creo —mofa haciendo puchero.
—Ya verás, vas a tener las piernas más largas que tu mamá y vas a ser más grande que Goliat.
Ella se ríe.
—No quiero ser un fenómeno —entona riendo.
—Que no te moleste que te diga enana —dice, mientras retoma el camino—. Es un apodo con cariño; tu mamá te dice pequeña demonia, Erik limoncita, Alex y yo princesita e Ian ratonsuela o pequeña bandida, siempre te hablamos con diminutivo, pero no porque seas enana, si no por cariño.
—Yo dudo que me diga enana por cariño.
—Es solo un apodo, en un par de años no te va a poder decir más enana —La mira y le sonríe—. Ya vas a ver.
— ¿Qué pasó con mi mamá y Alex? —curiosa, cambiando de tema.
—No sé bien, pero no te preocupes, los grandes a veces discuten y se distancian para pensar y hacer las cosas de mejor manera. Ellos van a volver a estar bien —le asegura.
—Yo no quiero que se separen. Alex es muy bueno y ella siempre sonríe cuando está con él y ¿sabes qué?
—¿Qué?
—Yo de verdad lo quiero a Alex como mi papá, yo no conozco a mi verdadero padre y Alex es lo más cercano que tengo a uno.
Ante esa confesión, Gaby traga saliva dos veces para pasar el nudo que se le había formado en la garganta. Él sabe bien quién era el padre y lo mala persona que era. Esa situación con Lina y Alex no la dejaban bien a Aye y si ellos no arreglaban sus cosas, la niña la iba a pasar muy mal.
—Oye, ¿y yo? —Dedo sintiéndose mal por su comentario, la mejor forma de pasar el nudo era haciendo bromas.
—Tu eres mi tío, mi tío preferido —esboza sonriendo. Y con rapidez se pone seria de nuevo—. Extraño a Lucas —murmura.
Gaby aprieta fuerte el volante del auto.
—Yo también —susurra sin poder ocultar sus sentimientos.
Ambos se quedaron en silencio hasta llegar al edificio de Sofi, donde ya los estaban esperando afuera. Aye se pasó atrás para dejar sentar a Sofi adelante, mascullando por lo bajo para tener que sentarse al lado de Mateo.
—Hola, pequeño —le saluda Mateo en cuanto entra al auto.
—Hola Splinter —corresponde Sí.
Gaby escuchándolos desde adelante se sonríe ante la ocurrencia de su niña.
—Buen día, Mateo.
—Buen día, Gaby. ¿Y Lina?
—Está descansando —se limita a responder.
— ¿Pasó algo? —indagó Sofi.
—Nada, solo tuvimos una noche de tequilas —le murmura, echándole una mirada significativa para que no preguntes nada nada más.
Ella asiente entendiendo comenzar el viaje hacia la escuela.