A media mañana, Lina decide pasar por el resto, no podía estar mucho tiempo fuera del trabajo, por lo tanto, tomando valor y levantando la barbilla, venta de la casa de Gaby. Cuando llega, lo primero que ve fue una mujer rubia y esbelta discutiendo con Sofi. Con velocidad aligera los pasos.
—Ya le dije que Lina no se encuentra, hoy no viene —explicaba Sofi.
—Yo necesito hablar con ella, así que llámala —exige la mujer.
— ¿Qué haces aquí? —inquiere Lina en cuanto llegó a ellas.
—Vengo a hablar contigo —dice la rubia con una sonrisa superficial.
—No tenemos nada de qué hablar, Rachel, por lo tanto, fuera —escupe.
Al escuchar ese nombre, los presentes, que consistía en Sofi, Tony y Sole se llevaron las manos a la boca y retuvieron el aire, los tres sabían muy bien quién era esa tal Rachel y más Sole que estaba enterada de lo último que pasó con ella, por lo cual, sin perder tiempo, sacó su celular y le envió un mensaje a Erik avisándole que Rachel estaba en el resto y que le dijera a Alex que se apareciera antes de que corriera sangre.
—Yo creo que sí tenemos algo de qué hablar —esbozó Rachel sin mostrarse amenazada por Lina.
—Si no quieres que te saque de aquí por tus jodidas extensiones, más vale que desaparezcas ahora y no vuelvas —le advierte.
—Alex no me besó, yo lo besé a él y lo provoqué —Lina abre y cierra la boca para hablar, pero no sale ni una sola vocal—. Él siempre dijo que te amaba a ti y que por mí no sentía nada, me terminó echando de la oficina por los custodios.
—No sé por qué me dices esto. No me interesa —sisea apretando los dientes con demasiada fuerza.
—Solo vengo a decirte eso, sé que te ama, jamás amó a nadie como lo hace contigo, jamás había dejado nada como lo hizo contigo. Lo que pasó en la oficina fue mi error, no el de él —dicho eso se gira para irse—. Eres la única a la que le entregó su corazón, no se lo destroces —suelta sobre su hombro haciendo su camino hacia la puerta.
— ¿Qué m****a? —lanza un sorprendido Tony.
A decir verdad, estaban todos sorprendidos.
—Tengo cosas que hacer —emite Lina y se dirige con rapidez hacia las puertas del resto para salir de ahí y poder derramar esas lágrimas que estaban haciendo mella para salir.
—A ¿dónde vas? —le grita Sole, pero ella no se detuvo—. ¡¡¡Lina!!!
—No va a ir detrás de esa zorra, ¿verdad? —pregunta Tony, para saber si tiene que salir corriendo tras ella o no.
-No. No lo creo —contesta Sole mirando como Lina desaparecía.
Lina sale corriendo y se detiene en la esquina del resto, donde encuentra una parada de colectivos y se sienta allí a derramar las lágrimas que quemaban en sus ojos. El pecho le dolía, la cabeza le palpitaba, el pulso le iba a dos mil por hora y no podía llegar a entender qué fue lo que pasó en el resto. Creía que podía dejar de lado a Alex, que no le iba a doler tanto, sin embargo, solo se estaba mintiendo así misma. Gaby tenía razón, todos se merecían una oportunidad, pero a ella le costaba demasiado dar segundas oportunidades, ya le habían hecho mucho mal y recordar a Alex con su boca pegada a la de la tipa esa, no le hacía para nada bien y todos los sentimientos se le arremolinaban en su interior: la ira, el dolor, la furia, la rabia, la pena, la tristeza. Era un cúmulo de sentimientos encontrados.
Ella siente una presencia sentada a su lado, pero no levanta la vista, no quiere que la vean llorar y menos un desconocido.
— ¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta con cautela el hombre sentado a su lado.
—No, estoy bien.
—No parece.
Ella levanta la vista y se da cuenta de quien se trata la persona sentada a su lado.
—No puedes ayudarme —repite mirándolo a los ojos para luego bajar la vista de nuevo.
—Lina, si me cuentas, quizás sí pueda —le hace saber con voz suave.
—No, Fernando, por más que te cuente no puedes ayudarme y, además, no te contaría nada —expresa recuperando su estatus, no obstante, todavía con la mirada hacia abajo.
Fernando coloca su dedo índice y pulgar en la barbilla de ella y la i***a a elevar el rostro para que lo mirase.
—¿Problemas con tu novio?
—No es de tu incumbencia —responde, con molestia por la desfachatez de querer meterse en su vida privada.
—Solo quiero ayudar, no me gusta ver a las mujeres llorar —dijo con delicadeza sin quitarse los dedos de su rostro.
—Entonces nunca las hagas llorar…
Ella no tuvo tiempo que quitarse del agarre de Fernando, porque él fue tirado hacia atrás con violencia por una fuerza inexplicable haciendo que este cayera al suelo a varios metros de distancia. La mirada de Lina fue del chico en el suelo hasta que se estrelló con la del responsable que hizo alejar el cuerpo de Fernando.
— ¿Qué m****a te pasa? —le grita, al recuperar los sentidos haciendo que su rabia estalle.
—Estaba por besarte —réplica Alex con furia.
—No estaba por besarme —gruñe ella.
—Estaba centímetros de tu rostro.
—Estábamos hablando.
—Tan cerca de tu boca —azuza Alex y eso hace que la sangre de Lina hirviese.
En un abrir y cerrar de ojos se aproximó a él y le dio un derechazo a puño cerrado. Alex se llevó la mano a la mandíbula y la miró desconcertado.
—Él tenía su boca cerca de la mía, tú la tenías pegada a la de esa zorra —le grita y le tira otro derechazo, pero en esta oportunidad, Alex es más rápido y la detiene antes que tocara su rostro.
— ¿Estás loca? —demanda con el ceño fruncido.
—Suéltame.
-No. No te voy a dejar, no esta vez.
—Idiota.
—Sí, lo soy, pero no voy a dejar de amarte. Este idiota te ama horrores y no voy a perderte por una estupidez…
— ¿Estupidez? —chilla incrédula—. Estabas a punto de coger con esa ¿y tú dices que es una estupidez? —se zamarrea para soltarse del agarre sin llegar a ningún lado.
—No iba a hacer nada con ella —Aprieta los dientes haciendos rechinar—. Ella me besó y justo llegaste, ni tiempo a sacármela de encima del tubo.
—Pura m****a —escupe a centímetros de su rostro—. Suéltame, no vuelvo a repetírtelo.
—No —se niega en rotundo.
—Creo que la señorita te pidió que la sueltes —se escucha la intromisión del hombre que hacía minutos atrás estaba tendido en el suelo.
—No te metas, no es asunto tuyo —sisea Alex sin quitar los ojos de los de Lina que estaba desafiándolo con la mirada.
—Me temo que si es asunto mío —esboza Fernando.
Alex tensa la mandíbula con tanta fuerza que amenaza con descolocarla.
—Ella es mi mujer, no te entrometas —Clava la mirada en él lanzando fuego por los ojos—. Vete.
-No. Al menos que ella me lo pida —entona, odiando al hombre que tenía agarrada del brazo a la mujer que le gustaba.
—Ella no tiene por qué hablarte.
—Ay, por Dios, no tengo por qué hablarle a ninguno. ¡Déjenme en paz! —grita Lina, pisando el pie de Alex provocando que la soltase.
Se escapa, dejando a los dos solos en el lugar y sin importarle qué pueda pasar con ellos.
—¡Lina! —grita Alex, pero era inútil, ella no iba ni siquiera a mirarlo por encima de su hombro—. Esto es tu culpa —sisea señalando a Fernando.
—Yo no fui quien besó a otra mujer —contraataca el joven.
—Yo no la besé —eleva la voz, ofuscado.
—Sí, sí. Ella te besó.
—No me jodas —le advierte.
—No me interesa joderte, solo estoy aquí por Lina.
— ¿Y quién carajo te pidió que le sostuvieras la vela?
—No sostengo ninguna vela, ella me interesa, la vi y me acerqué a ayudarla, simplemente eso. Sé que está contigo —Le dedica una media sonrisa— o que estaba —esboza con burla—. Por eso solo estaba a su lado como un amigo ayudándola con las refacciones del resto, pero si ella no vuelve contigo, le voy a hacer saber mis intenciones.
A Alex se le sube la bilis a la garganta al escuchar aquella confesión.
—Más vale que te alejes de ella. No tienes que tener intenciones de ningún tipo con Lina, ella es mía. ¿Me ha entendido?
—No veo que sea tuya, pero si decides no volver contigo, voy a hacer que este conmigo.
—Ella no me dejó, no me va a dejar. Es mía y yo de ella, mantente alejado del resto.
—Ya te avisé como serían las cosas —Alex no aguanta más y va hasta él dándole vuelta la cara de un puñetazo—. ¡No te le acerques! —grazna y le propina otro puñetazo.
Ambos comenzaron a pelearse en plena vía pública. Fernando le dio un golpe en el estómago, pero Alex estaba tan cegado que no sintió el dolor y le tendió un rodillazo en el estómago, cuando este cayó al suelo, comenzó a patearlo. Todo se terminó cuando las sirenas rojas y azules se hicieron presentes, llevándose a los dos detenidos a la comisaría. Ambos iban a pasar toda la noche en una celda.