Un nuevo amanecer se daba a conocer en la residencia de los Dunckan. Sole estaba siendo despertada suavemente con dulces y tiernos besos. Erik se había despertado antes que ella como ocurría todas las mañanas y la agazapaba como era su costumbre. La pelirroja ronroneó y se estremeció por la tierna forma de despertarla.
—Vamos, dormilona —susurra contra la boca de su esposa.
—Solo un poco más —se queja envolviendo el cuello de su esposo y llevándolo consigo, todavía sin abrir los ojos.
—Señora Dunckan, le recuerdo que tenemos visitas.
—Dios, eso de tener amigos no siempre es bueno.
—No seas mala, el día que me echas, voy a necesitar quien me dé asilo.
—Mmm… Pensándolo bien, vamos a tener que ser buenos amigos para cuando eso pase —bromea.
—Digas lo que digas, sé bien que no me echarías —esboza con supremacía.
En ese momento el estómago de Sole sonó interrumpiendo lo que ella iba a refutar, provocando que Erik se carcajee. Desde hacía unas semanas que no paraba de comer, para luego vomitarlo; el médico le comentó que era común en los primeros tres meses del embarazo, que no debía preocuparse y tomar las vitaminas y el hierro que le había recetado. Ya iban casi por la mitad para llegar a los tres meses y el hambre y los vómitos no cesaban.
—Va a hacer mejor que me alimentos, antes de que te eche —suelta la pelirroja.
—Exagerada.
Le besa la boca con dulzura, ella lo recibe intensificándolo; la besa recorriendo con suavidad cada rincón de su cavidad y enreda su lengua con la de su mujer instándola en una leve guerra. Le acaricia el rostro, para luego bajar a sus hombros. Abandona su boca para regalarle besos cortos a su cuello, clavícula, hombros y por encima del camisón de pana que ella lleva puesto, besa su seno humedeciendo la tela con su saliva, para después dejar al descubierto su pezón rosado y erecto. Con suma delicadeza comienza a subir el camisón, sin dejar de besarla, sin separar la boca de la piel de su esposa.
—Te amo, mi amor —murmura con la boca llena.
—Te amo, mi amor —susurra Sole, siendo apenas un sonido audible.
Erik saca en su totalidad la camisón y vuelve a atacarla con suaves besos en el cuello. Baja despacio, regalándole caricias y besos, mordisqueos y suaves lengüetazos. Cuando llega a su ombligo, lo bordea con la lengua y justo en ese instante, su estómago se hizo notar otra vez, robando una carcajada de ambos. Erik apoya la cabeza en el estómago de ella, escondiendo su rostro.
—Va a ser mejor que te alimente antes que me comas vivo.
—Nooo —le lloriquea a su esposo—. Hazme el amor.
—Luego. Vamos a desayunar —Deposita un casto beso en sus labios y le dedica una media sonrisa—. Vamos, que Alex de seguro ya está levantado —Toma su mano y la i***a a levantarse, ella lo hace renuente, sin que le quedase otra opción, su marido no la iba a satisfacer hasta más tarde.
Una vez en la cocina, Sole se encargó de preparar unos wafles, desayuno que le encanta a Erik, y él se encargó de preparar café. Con cada movimiento aprovechaban para tocarse y besarse. Erik pasó por detrás de su esposa y le regaló un beso en el hombro. Sole pasó por al lado de su esposo y le regaló un beso en la mejilla. Así era su ritual de todas las mañanas, preparaban el desayuno, juntos, con amor y no dejando espacio entre ellos, con cada oportunidad que el momento les brindaba se regalaban un beso o una caricia.
La presencia de Alex se interpuso en medio de su ritual mañanero, él los miró desde el quicio de la puerta en silencio. Una parte de él estaba enternecido con la escena, lo quería mucho a su amigo Erik y lo veía en verdad muy feliz con esa mujer loca de extrañas costumbres y enamoradísima de la misma vida. A ella la llegó a querer también, por darle a su amigo una vida maravillosa y lo mejor de todo era el hijo que venía en camino. Pero otra parte de él se encontraba celosa, hacía un día atrás también compartía momentos íntimos y cariñosos con su mujer, sin embargo, ya no lo hacía y temía que eso no volviese a pasar.
Al ver que no lo veían se hizo notar con un carraspeo de garganta.
—Hola, Alex —saluda Erik.
—Buen día, Alex —canturrea Sole.
—Buen día, Solé. ¿Cómo amanecieron?
—Muerta de hambre —suspira, llevándose una magdalena a la boca haciendo reír a los hombres.
—Su estómago ruge más fuerte que Simba —se burla el pelinegro.
—Oye, que no es mi estómago. Es mi bebe.
—Gaby y sus ideas —murmura su esposo, haciendo girar sus ojos.
—Ya pensaron que nombre le van a poner? —curioso Alex acomodándose en la mesa para desayunar.
Ambos asintieron con la cabeza.
-Si. Si es nena me gusta Selena —habla Sole—. Como la cantante mexicana, me encanta ese nombre.
—Es muy lindo nombre —concuerda Alex.
—Sí, igual no está segura, los cambia a cada momento —suelta Erik.
—Es que me gustan los nombres de personajes poderosos y para mi Selena es un personaje poderoso —explica la pelirroja con ojos soñadores.
—Sí, como Briseida —se mofa Erik.
—Claro; es la mujer que se enamoró al mismísimo corazón de hierro de Aquiles —contesta Sole, mientras Alex los mira divertido.
—¿Y si es un varón?
—Héctor —responde Sole de manera automática.
-Si; o Ares o París —Erik suspira de nuevo—. Todavía estamos en eso —concluye mirando a Alex con cara de ruego.
—Tienen más de 7 meses más para pensar —Lo mira de manera significativa a Erik—… y para volverse locos —Se ríe al ver la cara de pena de su amigo.
—Que se encargue, no importa su nombre, importa que esté bien.
—Ya me voy a decidir y le va a encantar el nombre que elija —intervino Sole.
—Que no sea Ares, por favor —suplica Erik con exageración juntando las palmas de sus manos como si fuese a rezar con la mirada hacia el techo—. Por favor, por favor —ruega de manera divertida.
—Erik —chilla Sole riendo.
Este le dio un dulce beso en la boca, mostrándole todo el cariño que siente por su mujer.
—Vamos a empezar el día —dijo levantándose de la silla y frotándose las manos. Le da un largo beso a su mujer—. Te amo —murmura perdiéndose en los ojos avellanas que lo enamoraron.
—Te amo —repite ella admirando el océano azul de los ojos de su esposo.
Erik le da otro beso y se gira para marcharse.
—Hasta luego, Sole —se desprecia Alex sonriéndole y fascinado por el amor que se demostraba la pareja.
—Hasta luego, Alex.