Capítulo 52

Ella corre hacia el niño y se deja caer de rodillas para abrazarlo con fuerza y ​​no puede evitar que las lágrimas se hicieran presentes, desde ese momento la vida de ambos cambiaría deliberadamente.

—¿Sofi? —murmura Mateo con la voz ahogada por tener su cara escondida entre el cuello y el hombro de ella y por contener las lágrimas que hacen estragos en su garganta para salir—. No llores, Sofi.

A metros de donde están ellos, Ian los observa en silencio con una gran sonrisa y tragando muchas veces para pasar el nudo que se formó en su garganta, para él es la escena más emotiva que haya visto, y nunca se imaginó que le iba a afectar tanto. Mateo es un niño muy alto para su edad, Ian lo escanea, mira sus cabellos castaños, su piel blanca y sus ojos color avellana, mira su altura y ve el contraste que tienen los dos juntos y decide que le gusta mucho lo que ve, le gusta demasiado, por lo que sin darse cuenta apareció junto a ellos, sin poder contener su sonrisa.

—¿Vamos a conocer tu nueva casa? —pregunta Sofi tomando todo de sí para recomponerse.

—¿Señorita Sofía? —interrumpe a otro niño.

Ella levanta la vista de Mateo y ve que los demás chicos se están acercando para saludarla. Ellos la abrazan todos juntos provocando que ría ante ese recibimiento.

— ¿Van a quedarse un rato con nosotros? —quiere saber una niñita de no más de seis años.

—Me encantaría, pero no podemos. Debemos instalar a Mateo —Los niños hacen “pucheros”, pero asienten—. La semana que viene vendremos a visitarlos —les promete provocando que vuelvan a sonreír.

— ¿Quién es él? —pregunta Mateo observando a Ian.

Sofi lo mira y sonríe.

—Hola, soy Ian —habla el rubio tendiéndole la mano, estaba claro que no sabía muy bien cómo abordar a un niño de nueve años, no era como con Aye, con esa niña era más fácil, además era más joven, pero todavía no sabe el protocolo para un niño de esa edad.

—Soy Mateo.

—Lo sé, un placer, Mateo.

El da un asentamiento con la cabeza como si fuese un niño grado e Ian sabe que en adelante niño así es como debe tratarlo. Como un niño grande.

Poco después estaban entrando en el apartamento de Sofi; la mujer era una bola de nervios y no dejaba de agradecer en silencio que Ian la estuviese acompañando en ese momento.

— ¿Qué te parece? —indaga Sofi en cuanto entraron en la habitación de Mateo.

—Es muy linda. Me encanta esa cama —exclama señalándola y luego salta en ella y comienza a rebotar antes de quedarse quieto en el lugar—. ¿Eso es una pista de carreras?

-Si. ¿Te gusta? —Mateo asiente sin dejar de mirar la enorme pista de carreras reposando bajo su ventana—. Es de parte de Ian.

—Me encanta —dice mirando al rubio—. Gracias.

—De nada —responde Ian sonriendo.

—Voy a buscar algo para tomar —anuncia Sofi ya que tenía la boca seca.

—¿Eres tu novio? —curioso Mateo en cuanto Sofi dejó la habitación.

—Algo así —responde con cautela y con un poco de asombro ante esa pregunta.

—Eso no existe —acusa el niño—. O eres su novio, o no lo eres.

—Soy su amigo.

—Me caes bien —emite después de observarlo por varios segundos de más y le regala una sonrisa conciliadora provocando que el rubio se carcajee.

—A mí también.

Poco después, sus estómagos comenzaban a gruñir por lo que Ian propone ir a un McDonald's, pero ambos se ríen de él.

—¿Qué? —pregunta sin entender.

—A Mateo no le gusta —explica Sofi.

—¿Cómo qué no? —pregunta con incredibilidad— Es uno de los mejores lugares para comer unas buenas hamburguesas y papas fritas.

—No me gustan —entona Mateo encogiéndose de hombros.

—Bien. ¿Y el Burger?

—Tampoco. Ya habló con Lina y nos están esperando para comer en el resto, además, Sole preparó le preparó una sorpresa —comenta sonriéndole al niño.

—¿En serio? —curiosa con alegría.

-Si. Vamos a ver qué hizo la loca de Sole y de paso conoces a mis amigos y el lugar donde trabajo. ¿Te gustaría?

—Por supuesto. Quiero conocer todo —exclama haciendos reír.

En la camioneta, Mateo le pide a Sofi su celular y luego le pide a Ian que prenda el bluetooth del estero. Segundos más tarde la canción de “Not Afraid” de Eminem invade el espacio haciendo que Ian observe de manera interrogativa a Sofi, quien solo le eleva de hombros mostrando una pequeña sonrisa. Pero su asombro fue en aumento en cuanto lo escuchó cantar, el niño rapeaba como casi todo un profesional, estaba claro que a Ian le gustaba cada vez ese niño.

Al entrar al descanso, como es habitual, el aroma a café invade sus fosas nasales y la melodiosa voz de R. Kelly con su suave canción “Take my time tonight” irrumpe en sus odios. Mateo pone cara de desagrado al escuchar la música e Ian se carcajea al verlo.

—No te preocupes, Lina es muy alternativa con la música, si le pedimos que ponga Eminem, ella no tendrá problemas al hacerlo —lo tranquiliza.

—Sí, Mateo, no te preocupes, la música aquí no siempre es la misma, va de acuerdo con el estado de ánimo de Lina —Lo mira y baja la voz—. Es peor cuando ella no está, Tony se apodera de la música y va desde Shakira hasta Marck Antony.

Mateo se estremece al escuchar eso y se dice mentalmente que se va a mantener alejado de la cultura musical de ese tal Tony.

—Ay, por Dios, Ay, por Dios —chilla el boricua al verlos llegar—. Tú debes ser Mateo —esboza, tomando al niño entre sus brazos provocando que riera, aunque no le guste mucho eso de los abrazos.

—Y tú debes ser Tony.

—Ay, Dios, pero si eres muy alto. Este niño será un rompecorazones.

—Basta, Tony, no lo sofoques —interviene Lina acercándose a ellos—. Al fin nos conocemos —expresa sonriéndole a Mateo que, por primera vez, se ruboriza ante alguien.

—Gracias —dice con timidez.

—Vaya, a tu niño le gustan las mujeres grandes —le susurra Ian a Sofi en el oído y se carcajea cuando ella trata de golpearlo con su codo en el estómago.

—Támara, por favor, nos acomodas unas mesas en aquel rincón —Lina señala a un lado del resto—. Junta las mesas; hoy vamos a comer ahí, somos muchos para encerrarnos en la oficina —Támara asiente y se gira para acatar el pedido—. Ah, y por favor, cambia la música, busca algo más… —ella se queda pensando e Ian la interrumpe.

—Eminem —le dice guiñándole un ojo.

—Sí, me encanta —Le sonríe al niño—. Buen gusto.

—Te dije que no iba a tener problemas —le indica Ian a Mateo en voz baja para que los demás no puedan oírlo.

 

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