Capítulo 26

Sole y Erik llegaban de su luna de miel, la pobre pelirroja se pasó todo el vuelo vomitando y maldiciendo, no se encontró en lo mejor de sus días. Erik trataba de animarla y con toda esa paciencia que él posee no la dejaba deprimirse, no le quitaba la vista de encima ni un segundo, ni tampoco las manos. La tenía envuelta de la cintura con su brazo, pegada a su cuerpo y sonreía por todas las ocurrencias negativas que ella lanzaba sobre los vómitos que le proporcionaba el embarazo.

—Sole, cariño, cálmate. No pasarás nueve meses vomitando.

—Y ¿cómo lo sabes? Me la pase todo el viaje dentro de ese maldito baño dos por dos, tengo el estómago vacío y hambre de nuevo… —lloriquea—. Voy a terminar hecha una vaca —Erik, sin poder evitarlo, se carcajea y gracias a eso recibe un codazo en su estómago.

—Lo siento —esboza sonriendo—. No te preocupes, que nada de eso te va a pasar —La gira y la pone enfrente de él—. ¿Puedes confiar en mí? —pregunta en voz baja y dulce.

—Sí —responde al mismo tiempo que deja escapar un largo suspiro.

—Bien… Vamos por tu sorpresa antes que Lina te quite de mi lado —Le deposita un beso dulce en los labios y luego le sonríe.

— ¿Qué sorpresa? —curiosa con entusiasmo.

—Si te lo digo dejará de serlo —responde divertido y después se ríe por como ella frunce el ceño al no obtener la respuesta esperada.

—Eso no se vale —Hace pucherito, cosa que causa enternecer a Erik y la compensa con un beso profundo y suave.

Fuera del aeropuerto lo esperaba un auto con chofer enviado por Alex. El viaje en el auto duró unos cuarenta minutos, Sole todavía no se encontraba en buen estado, pero su esposo sabía que en cuanto viera su sorpresa se sentiría mucho mejor. A la pelirroja le extrañó que hayan tomado un camino diferente al que los llevaba al apartamento de Erik oa su casa, por lo que, sin dejar de mirar a su alrededor, decide preguntar:

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás.

Ella lo mira un instante y luego suspira sabiendo que no iba a obtener nada de él, cada vez que Erik se proponía no decir nada de sus planos, por más que ella le haga un baile erótico o se pavonee desnuda, jamás obtendría una respuesta. Eso le encantaba de su reciente esposo, ya que era todo un reto para Sole y si Erik se proponía a que sea una sorpresa, pues ella iba a tener la sorpresa, nada lo hacía cambiar de opinión y muy en el fondo le encantan las sorpresas, así que se encontraba más atenta a los acontecimientos.

Unas pocas calles antes de llegar a su destino, Erik se gira hacia su mujer con un gran pañuelo en sus manos y le sonríe con complicidad.

—Ven aquí —ordena con dulzura.

—¿Qué vas a hacer?

—¿Confías en mí?

—Sí —asiente en voz baja.

—Acércate —Tiende el pañuelo hacia ella y le venda los ojos, después le da un beso en los labios tomando el inferior y succionándolo—. Te amo —murmura sobre su boca. La pelirroja le sonríe a oscuras.

—Yo también te amo —Se acerca por instinto para que la vuelva a besar, pero él no lo hace y sonríe al escuchar un gemido de enfado por parte de su esposa por no haberla besado.

Una vez que bajan del auto y quedan en la puerta de la casa, él pasa un brazo por la cintura de Sole y el otro por detrás de sus rodillas para alzarla tal cual hacen los recién casados ​​cuando llegan a su casa. Ella pega un gritito del susto y luego se ríe al darse cuenta de la situación. Al llegar adentro, Erik la deja con delicadeza en el suelo y se posiciona detrás de ella rodeándola con sus brazos. Apoya su barbilla en el hombro femenino, para después darle un beso detrás de la oreja; Suspira para tomar valor y se dispone a quitarle la venda a su mujer.

—Erik —balbucea sorprendida.

Una enorme sala resplandece frente a sus ojos con una gran escalera caracol yaciendo en el centro. Observa a su alrededor distinguiendo unos sofás de piel, color marfil, del otro lado se encontraban una mesita con adornos futurasmas y marcos, los cuales eran fotos de ellos y de sus amigos.

—¿Te gusta? —indaga al ver que ella no dice nada. Solo miró a su alrededor con la boca abierta—. Sigue el recorrido —insta. Sole se direcciona hacia su derecha en donde visualiza unas puertas dobles, pero él la detiene—. Todavía no.

Sin soltarla, la lleva escaleras arriba. En ese piso solo hay tres habitaciones, entra en la primera y ante ellos aparece un cuarto con una enorme cama redonda con dosel en color turquesa, a sus lados reposan unas mesitas de noche de roble; las paredes pintadas como si fuera un cielo de noche y en el techo se podía apreciar una constelación.

Sole no salía de su asombro.

—Esta será nuestra habitación —susurra Erik a su oído.

Le toma la mano y la lleva a una de las puertas que había en la izquierda de la habitación.

Al entrar, a Sole casi se le caen los calzones. Frente a ella hay un formidable armario lleno de ropa «toda su ropa», era un auténtico cambiador con un sillón redondo en el centro como los que hay en algunas tiendas para la espera, mientras las mujeres se toman su tiempo en los probadores.

Del otro lado se encuentra una gran fila de zapatos, más al fondo puede ver que también está la ropa de Erik, otra fila llena de zapatos y una más con sus trajes colgados meticulosamente.

Erik se encontraba satisfecho por la labor que había hecho Lina al decorar toda su casa, hasta el momento, lo que estaban viendo era del agrado de ambos. Una grata sorpresa para marido y mujer.

Luego de inspeccionar ambos pisos, se dirigieron hacia abajo, hacia aquellas puertas dobles que tanto había llamado la atención de Sole en cuanto entró en la casa. Detrás de esas curiosas puertas se esconde una enorme cocina; la habitación más deseada por la pelirroja. En el centro descansaba una gran isla de granito, sobre ella colgaban copas de todos los tamaños y formas. Había una estufa con seis hornallas eléctricas en negro, un refrigerador de dos puertas, pudo divisar cuchillos para los diferentes cortes. Era la cocina de sus sueños. Contaba con todo lo que necesitaba y más para su arte culinario.

Al ver esa imponente cocina, no pudo evitar llorar. No por angustia, sino por la felicidad que albergaba en su interior. Sin duda Erik y sus amigos eran, son y serán, lo mejor que le pudo pasar en la vida.

—Oye, no llores —le consuela Erik—. ¿Te gusta?

—Claro que me gusta —exclama sorbiendo su nariz de forma nada elegante—. Me encanta, es la cocina de mis sueños.

—Lina hizo un gran trabajo entonces.

—¿Lina?

—Sí, le pedí que me ayudara con la decoración, mientras estábamos en Acapulco.

—Es maravilloso este lugar, Erik —Hipa la pelirroja.

—Es nuestro lugar, nuestra casa, nuestro hogar —entona con dulzura—. Ahora tenemos que preparar la habitación para nuestro hijo, pero creo que eso deberías hacerlo tú —Le dedica una de sus enormes y dulces sonrisas.

—Sí —Desvía su mirada—. No sé si voy a ser una buena madre, no sé si voy a poder con esto —expresa con marcada preocupación.

—Vas a ser una abuela madre…

—Sí, grande y redonda voy a terminar —le interrumpe provocando que su marido se carcajee.

—No vas a termina grande y redonda —Le besa la boca para rectificar su afirmación.

—Sí, voy a parecer una esfera gigante y encima colorada, ¿te imaginas? Voy a ser como Fiona. ¡Ay por Dios! Voy a parecer Fiona. Ella también tiene el pelo rojo, aunque yo no sea verde, voy a acabar verde si sigo vomitando de esta manera… —Erik interrumpe sus divagaciones besándola ya que estaba a un tramo de reírse de todo lo que ella decía y sabía que no era bueno si lo hacía.

La besó con fuerza y ​​determinación, la pegó a su cuerpo y estrechándola con vigor, la condujo a la isla sentándola allí. Se separó unos centímetros de ella y la miró con fijeza a los ojos, esos ojos color avellanas que lo hacían enamorar más todos los días ya todas las horas.

—Vas a estar más hermosa estando embarazada y después de que tengas a nuestro hijo —Le deposita un beso casto, pero significativo—. Es el mejor regalo que me puedes dar y ojalá salga con tu color de pelo —Toma uno de los rizos rojos y lo enrolla en su dedo índice—. Con tus pecas —Acaricia su nariz que es donde más pronunciadas son—. Y ese color de ojos avellanas que te hacen ver dulce e irresistible —Luego besa cada párpado.

—Yo quiero que tenga tus ojos —comenta con dulzura— Esos ojos azules como dos zafiros que me hacen perder en ellos cada vez que los observa —Erik sonríe complacido y la besa con pasión, mientras levanta su vestido hasta la cintura y con una rapidez sorprendente, la despoja de su tanga sin dejar de besarla y acariciarla—. ¿Vamos a estrenar la cocina? —pregunta riendo y con una mirada atrevida que hace que su marido se sienta más excitado aún.

—Vamos a estrenar toda la casa —dicho eso, le posa una mano entre los pechos y con delicadeza la hace ir hacia atrás hasta que su espalda queda sobre la isla, luego baja hasta quedar entre sus piernas en donde empieza a saborearla y succionarla arrancándole gemidos y estremecimientos.

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