Luego de varios días en el hospital, por fin Sofi pudo volver a casa; en ella la esperaban todos sus amigos, su familia de corazón. Le prepararon una mini fiesta de bienvenida que hicieron brotas las lágrimas de la aludida, no podía con tanto amor.
—No debían hacerlo —solloza la castaña—. No era necesario.
—¿Qué dices? —exclama el boricua—. Necesitas una buena bienvenida, querida —esboza guiñándole un ojo.
—Además —interviene Lina—, cualquier excusa nos viene bien para festejar —bromea.
—Vamos afuera —le susurra Ian a su mujer.
Todos se dirigieron al patio en donde habían preparado una larga mesa con delicias hechas por Tony y Sole. Pero eso no fue lo que hiso que a Sofi se le abrió la boca como buscando aire, sino el ver a su abuela ocupando un lugar en la mesa. La joven se queda paralizada en el lugar sin poder creer que Regina estuviera ahí.
— ¿No vas a saludarme? —pregunta la abuela—. Fue un largo viaje hasta aquí.
Los ojos de Sofi viajan hacia Mateo que le sonríe con complicidad