Luego de varios días en el hospital, por fin Sofi pudo volver a casa; en ella la esperaban todos sus amigos, su familia de corazón. Le prepararon una mini fiesta de bienvenida que hicieron brotas las lágrimas de la aludida, no podía con tanto amor.
—No debían hacerlo —solloza la castaña—. No era necesario.
—¿Qué dices? —exclama el boricua—. Necesitas una buena bienvenida, querida —esboza guiñándole un ojo.
—Además —interviene Lina—, cualquier excusa nos viene bien para festejar —bromea.
—Vamos afuera —le susurra Ian a su mujer.
Todos se dirigieron al patio en donde habían preparado una larga mesa con delicias hechas por Tony y Sole. Pero eso no fue lo que hiso que a Sofi se le abrió la boca como buscando aire, sino el ver a su abuela ocupando un lugar en la mesa. La joven se queda paralizada en el lugar sin poder creer que Regina estuviera ahí.
— ¿No vas a saludarme? —pregunta la abuela—. Fue un largo viaje hasta aquí.
Los ojos de Sofi viajan hacia Mateo que le sonríe con complicidad y luego observa a su esposo que ríe y levanta los hombros.
—Ella insistió —le susurra para que solo ella escuche.
Sus ojos vuelven a su abuela, Regina le levanta una ceja interrogativa.
—Abuela —exclama Sofi—, no sabía que estarías aquí —habla conforme camina hacia la mujer, en cuanto llega a ella la abraza con cuidado—. No hacia falta que vinieras —le dice al oído.
—Eres mi nieta, ya me he perdido mucho, así que, sí, hacía falta —expresa la abuela.
—Gracias.
—No hay de que.
—Bien —aplaude Sole llamando la atención de todos—, mi troll tiene hambre, ¿podemos comer?
—Va a salir rodando —esboza el morocho—; vamos a tener que sacarla a empujones de aquí y encima por el portón —broma mirando a Ian.
—No eres gracioso, Gabriel —se queja la pelirroja.
—No empecemos y vayamos a comer —apremia el boricua para cortar con la discusión interminable en la que se podía enfrascar esos dos.
Después de pasar una linda comida y hacer una sobremesa digna de ellos, en donde Gaby sale con sus bromas, Aye y Mateo discuten por cualquier cosa, Sole habla de su troll y bromas y, más bromas; cada uno emprende su camino. La abuela de Sofi estaba por irse a un hotel, sin embargo, Ian la detuvo.
—Puede quedarse aquí, hay mucho espacio y comodidad —entona el rubio.
—No quiero molestar —se niega ella.
—No molestes, abuela, además, sería bueno tenerte un par de días aquí —interviene Sofi.
—Sí, abuela, quédese por favor —le pide Mateo.
—Esta bien —termina aceptando la abuela.
—Te muestro donde puedes dormir —se emociona el niño—. Estarás en la habitación que está al lado de la mía, así si necesitas algo, me lo puedes pedir en seguida —le comunica mientras la toma de la mano y se la lleva escaleras arriba.
La abuela se deja llevar por el niño y sonríe de felicidad al notar el amor emanado por ese nieto de corazón.
—Tu abuela tiene corazón después de todo —se burla Ian.
—Y si no lo tiene, Mateo le dará el suyo —esboza Sofi con orgullo.
—Puede, pero yo insisto en que tiene corazón —bromea el rubio.
—Quiero café —exclama la mujer.
—Vamos por uno —habla el rubio conforme la toma entre sus brazos y la lleva hacia la cocina.
—Puedo caminar, ¿sabías? —suelta Sofi.
—No me interesa —se guasa el rubio. Él la deja sobre la butaca de encimera y se dispone a preparar el café—. ¿Pensaste en cómo abordar con Mateo el tema de su padre? —le pregunta sin voltear ni dejar lo que está haciendo.
Sofi agacha la mirada a pesar de que el rubio no la esté viendo.
—Todavía no lo sé —murmura.
—Debes pensarlo y hacerlo, Sofi.
—Lo sé, pero es difícil. Pienso que yo me sentiría falta si me dijeran la clase de m****a que es mi padre —se lamenta la joven.
—Y de seguro él se sentirá así en cuanto lo sepa, pero podemos ayudarle a que sea menor ese dolor —argumenta Ian.
—Y si no es así? ¿Y si no podemos con su dolor? —cuestiona Sofi con la voz cortada de tan solo pensar en el dolor que sentirá su hijo de corazón.
—No pienses de esa manera, vamos y, tenemos que ser su soporte para cualquier situación que le surja —Ian trata de darle todo el apoyo necesario a su mujer.
—Tienes razón, debo hablar con él —acepta la castaña.
—¿Con quién? —Al escuchar esa voz, ambos saltan en su lugar—. Si se puede saber —acota Regina al ver que era una pregunta incomoda y puede que no le competa.
—Mateo ¿está en su habitación? —quiere saber Sofi.
—Sí, me dijo que iba a escuchar música —le responde arrugando la frente, ya que su pregunta había sido evadida.
Sofi mira a su marido como buscando su aprobación respecto a lo que hará a continuación, luego de tenerla con un asentamiento de cabeza por parte del rubio, ella decide contarle a su abuela lo que está sucediendo.
—Siéntate, abuela, por favor.
Regina acata el pedido de su nieta y toma asiento en el taburete frente a ella.
— ¿Qué está sucediendo, Sofi? —cuestiona intercambiando la mirada con ambos.
—Abuela, lo que voy a contarte no debe salir de aquí, no puedes decir nada a nadie; los demás lo saben porque, bueno, así se dio, pero los niños no saben nada, Mateo no sabe nada todavía…
—Si dices “todavía”, es porque piensas decírselo en algún momento, ¿verdad? —indaga la abuela.
—Es la idea, solo necesito un poco de valor.
—Habla de una vez, Sofi. Prometo no decir nada, pero ahora me carcome la intriga.
—Abuela, quien me mandó al hospital fue el padre de Mateo —suelta sin más la castaña observando a su abuela abrir y cerrar la boca cual pez fuera del agua—. Abuela, di algo —pide al notar que Regina solo la observa sin emitir sonido alguno.
—No sé que decir, la verdad —Regina estira sus manos por encima de la encimera y toma las manos de su nieta—. Solo sé que debes decirle todo esto a ese niño, en definitiva, es tu hijo y tiene derecho a saber. ¿Va a sufrir? Lo haré. ¿Se siente culpable? Por supuesto que sí. ¿Le dolerá o sufrirá? Claro que sí. Sin embargo, no puedes ocultarle esta situación porque si se llegase a entera siendo mayor, porque sabes bien que las mentiras y omisiones tarde o temprano salen a la luz, te tendrá rabia, te culpará por esconderle algo realmente desagradable y pensará que no confiars en él por lo que él dejará de confiar en ti. Ay, mi niña, es una situación muy fea, pero debes enfrentarla ahora que es más fácil de llevar cuando Mateo sea mayor, te será muy difícil poder manejarlo. Te lo digo por experiencia; Todavía estás a tiempo a que puedas curar su dolor.
Para este momento, Sofi estaba dejando salir sus lágrimas, aquellas que no podía evitar, aquellas que le hacían doler el alma.
—Mañana mismo hablaré con él, lo prometo. Tengo miedo de que sufra, no se trata de desconfianza, solo… solo no quiero que sufra.
—A veces no podrás evitarlo, lo único que te queda por hacer es acompañarlo —entona la abuela mostrando una sonrisa conciliadora.
Conforme ellas hablaban, no sabían que, del otro lado de la puerta de la cocina, estaba Mateo escuchando aquella conversación. Sus sentimientos pasaron de la rabia, el odio, la ira a la pena, al sufrimiento, pero no por él, sino por su madre. Su madre estaba pasándola mal por culpa del “padre” biológico, por aquel que solo lo engendró porque ni siquiera le había dado una vida. Jamás le había dado nada, más que sufrimiento, dolor y más sufrimiento.
El se limpia la cara con una mano de manera brusca, sin darse cuenta, estaba bañado en lágrimas, no lloraba por su padre en sí, sino por lo que había hecho sus lágrimas eran por lo que Sofi había y estaba sufriendo. Respiró profundo y subió las escaleras para llegar a su habitación, en donde se encerró para luego tomar sus audífonos y poner la música de Eminem a toda pastilla, agarrar su celular y llamar al único hombre que sabía que, quizás, lo podría ayudar.
Luego de darle vueltas al celular con el contacto de su interés decide enviarle un mensaje, sus palabras no iban a salir si hablaba, en cambio, escribir sería mucho más fácil.
“¿Puedo hablar contigo sin que nadie lo sepa? Sé que no te caigo muy bien, pero eres la única persona que, quizás me ayude” . Recitaba el mensaje del niño.
“Mañana te paso a buscar por la escuela” . Fue la contestación que tuvo.