Capítulo 158

Cuando salen del ascensor en planta baja, el morocho cierra los ojos al ver a Mateo junto a Lina que están a punto de subir. Gaby se apresuró a que saquen al hombre afuera del ascensor, no quería que lo viera Mateo, ni siquiera sabía si el niño era consciente de algo sobre su padre o de lo sucedido.

Lina, al darse cuenta de quien se trataba del que llevaban en la silla de ruedas, toma a Mateo y lo hace a un lado, casi poniéndose delante del niño para que no tuviera contacto con el hombre. El morocho se mueve rápido para tapar más al hombre de la vista de Mateo.

—Lina —habla tratando de no ser tan evidente—. ¿Van a ver a Sofi?

Mateo logra ver al hombre en la silla de ruedas conforme pasa por su lado, había algo en aquel tipo que le llamaba la atención, pero no podía distinguir de qué se trataba. El hombre clava sus ojos en el niño, le sonríe y le guiña un ojo. El niño frunce el ceño con ese acto y peor fue, cuando vio las manos del hombre esposadas sobre la silla. Ellos se observaron por unos instantes, por suerte, ninguno de los dos sabía quién era el otro.

Gaby intenta llamar la atención del niño, Mateo escuchaba que hablaba con Lina, sin embargo, no les estaba prestando atención. El morocho vuelve a intentar.

—Niño, ¿qué tanto miras? —pregunta Gaby, aunque sabía con exactitud lo que miraba.

—¿Es un delincuente? —curiosea el niño.

Gaby posa su mirada en Lina como pidiendo ayuda, no sabía qué podía contestar.

—Lo es, Mati —habla Lina ayudando al morocho con la situación—. Por ese motivo llevaba las manos esposadas —la señala.

—Soy bueno casando a los delincuentes, niño —se guaza el morocho tratando de no seguir con ese tema—. Sofi está con Ian, apresúrense antes de que no puedan entrar a verla —bromea.

—¡Gabriel Medina! —se queja la castaña—. ¿Cómo se te ocurre decir esas cosas delante del niño? —reclama.

—No me entendió —esboza elevándose de hombros—. ¿Dónde está mi princesa? —indaga al darse cuenta de que solo estaba Lina y Mateo.

—Con Alex, iban a ver películas o algo así, solo ellos —Mira a Mateo—. No somos invitados, al parecer.

—Alex siempre queriendo acaparar todo —suelta el morocho y se da cuenta que Soria le está haciendo señas para seguir viaje—. Bueno, tengo que irme —anuncia conforme comienza a caminar hacia la salida—. Saluda a mi princesa, por favor.

—Lo haré. Adiós —Lina niega con la cabeza—. Ese Gaby se pasa.

Ambos entraron en el ascensor, pero Mateo estaba con la mente perdida, de un rato miraba a Lina como queriendo decir algo o, preguntarle alguna cosa, pero no se animaba. Hasta que encontré el valor.

— ¿Qué habrá hecho ese hombre? —le pregunta el niño a Lina.

—¿Qué hombre? —cuestiona la castaña no habiendo captado la pregunta de Mateo.

—El que Gaby llevaba esposado en silla de ruedas.

—Ah; no lo sé. Si se lo llevaba Gaby, de seguro nada bueno —Odia mentir y más a los niños, pero no era historia para contar, ella no puede decir nada sin el consentimiento de los padres, por lo que no le queda otra mentir y mantener la boca cerrada, aunque se odie por eso.

—Se veía muy golpeado —manifiesta el niño un segundo después.

—Quizás estuvo en un accidente —Al darse cuenta de que el niño quería seguir abordando ese tema, ella decide cambiar la charla por algo que sí puede manejar—. ¿Tienes el regalo para tu madre?

—Sí —responde el niño tomando con más fuerza el paquete que llevaba bajo el brazo—; sano y salvo —bromea mostrando una sonrisa.

—Perfecto —Lina le devuelve la sonrisa y posa una mano en su hombro.

—Crees que le gustará? —pregunta Mateo mostrando su inseguridad.

—¿Qué dices? Le encantador —Lina acaricia su hombro—. No te preocupes, todo saldrá muy bien. Ya verás.

Al llegar a la habitación de Sofi, se encuentran con que la joven estaba riendo junto con Ian.

—No iremos a ese baño —estaba diciendo Sofi al entrar.

— ¿Volvemos más tarde? —pregunta Lina a modo de broma.

—Muy graciosa, Lina —masculla el rubio.

—¿Qué dices? —clama Sofi y posa sus ojos en el niño—. Mati.

—Hola, mamá —saluda el niño acercándose a ella—. Veo que te encuentras mejor.

—Por supuesto —canturrea ella—. ¿Tú cómo estás?

—Bien; te traje algo —dice con un poco de timidez.

—Una versión.

—Ten —El niño le alcanza el obsequio y Sofi se dispone a abrirlo mostrando su emoción—. Espero que te guste. Es una tontería, pero… —Las lágrimas de Sofi comienzan a caer—… ¿Mamá, estás bien?

-Si; me encanta… somos nosotros —anuncia al ver un álbum de fotos con toda su familia que el niño había hecho para ella—. Es bellísimo. Gracias.

—Yo estoy en ese álbum? —Indaga Ian.

—Obvio que estás —responde Mateo con un asentamiento.

—Obvio que estoy —repite Ian mirando a Sofi con una gran sonrisa.

—No te creas tan importante; estamos todos allí —se guaza Lina.

Ian se sienta sobre la cama al lado de Sofi para las fotos conforme ella pasa página por página, Lina los observa desde los pies de la cama, en ese instante recuerda lo que había pasado minutos antes al entrar en el ascensor. Espera un poco, a que Sofi termine de ver las fotos para poder abordar esa situación.

—Mateo, ¿puedes ir por algo para beber por favor? —le pide Lina en cuanto dejaron de ver las fotos.

—Claro.

La joven saca dinero de la billetera y le pasa para que vaya a comprar todo bajo la atenta mirada de Sofi e Ian.

—¿Qué ocurre? —indaga el rubio en cuanto Mateo salió de la habitación.

—Nos cruzamos con el padre de Mateo abajo —les anuncia provocando que Sofi suelte un gemido—. Gaby se lo estaba llevando en una silla de ruedas y esposado.

—¿Le dijo algo a Mateo? —Pregunta Sofi.

-No; pero fue raro, ellos se quedaron mirando y el hombre le parecía de una manera extraña.

¿Mateo te dijo algo? —Indaga Ian.

—Me preguntó si era un delincuente; Me dijo que estaba muy golpeado y quiso saber qué había hecho para terminar así.

—¡Dios! —exclama Sofi.

—Tuve que mentirle, pero, sinceramente, no me gustó hacerlo —Sofi clava sus ojos en ella al escuchar aquello—. No me mires así, no le dije nada, sin embargo, pienso que deberías decírselo, tiene derecho.

—Lo sé, pero es que, es muy chiquito todavía.

—No lo es, ya debes verlo como un hombre. Mira, Sofi, es un niño muy inteligente, es más ya no es un niño, es un adolescente, debe saber toda la verdad.

—Tengo miedo, Li, temo que no sepa sobrellevar lo que se entere.

—Debes intentarlo, cariño —interviene Ian—. Lina tiene razón, Mateo debe saber la verdad… sobre todo.

—Sofi, piensa que algún día él se va a enterar y cuando eso pase, te va a odiar por no contarle —habla Lina.

—Temo que me odie ahora —murmura la joven.

—Eso no pasará, cariño —expresa Ian—. Habla con él antes de que se entere por alguien más y todo sea más difícil de contar.

—Está bien, lo intentaré.

—Yo estaráé a tu lado si así lo deseas —le dice su esposo.

—Gracias; en cuanto volvamos a casa hablaré con él.

Ian besa los labios de su mujer con suavidad implantándole fuerzas por lo que está sucediendo y por lo que está por venir.

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