Capítulo 157

El morocho camina con pasos pausados ​​por los pasillos del hospital para llegar a la habitación en donde tenían al tipo que había golpeado a la mujer de su amigo, la doctora le había dicho que haría el permiso para que se lo llevaran por lo que él ya tenía varias cosas preparadas para aquella escoria en cuanto llegara a prisión. Todavía no se había sacado la rabia que emanaba por dentro, no obstante, debía mantener la calmar, es muy consciente que no puede hacer más de lo que haciendo sin cruzar la línea, aquella línea que lo separa de convertirse en un monstruo como ese tipo.

Gaby llega a la habitación y, por suerte para él, está despierto observando a la doctora revisar su historial. Lo escucha hablar por lo que se detiene en la puerta.

—¿Voy a estar mucho tiempo aquí? —le pregunta a la doctora.

—No —contesta ella.

-¿No?

La doctora niega con la cabeza al tiempo que deja su historial en los pies de la cama.

—Esta misma tarde te van a trasladar al hospital de la prisión —le hace saber.

—Pero… pero no puedo ir allí —clama el hombre.

—¿Por qué no? —La doctora le señala la mano que el hombre tiene esposada en el barandal de la camilla—. Es a donde tienes que ir.

El tipo mira su mano esposada y cierra los ojos. Hace muy poco que había salido de prisión después de lo que había pasado con su hijo Mateo, no puede creer que sea tan idiota como para volver. No lo había pasado bien la primera vez que estuvo allí y duda mucho que eso cambie al volver.

—Pensé que iba a estar más tiempo aquí —dice el hombre en voz baja con un poco de reproche.

—Pues no, te llevarán en unas horas —le indica la mujer.

—Pero, ¿estoy en condiciones para salir de aquí? —cuestiona con un deje de preocupación.

—No realmente, por eso irás al hospital de la prisión.

—Pero en ese hospital no estará mejor, no tiene los recursos para ayudarme a mejorar —se queja.

—No tienes que mejorar —intervine el morocho entrando en la habitación—; solo debes sobrevivir todo lo que resta de tu jodida vida así la pagas en prisión —suelta.

—Tú quien eres? —preguntan con asco.

—El policía que te salvó de ser asesinado por el esposo de la mujer que golpeaste —le responde con suficiencia provocando que el hombre cerrara los ojos al recordarlo.

—Es inhumano que me lleven al hospital de una prisión en mi condición —habla con disgusto.

El morocho se carcajea sin poder creer lo que está escuchando, como si ese jodido tipo tuviera algún derecho después de lo que había hecho.

—Es que no te mereces otro trato —Se acerca más a la camilla en donde yace el hombre—. No te mereces ser tratado como humano después de todo lo que has hecho.

—Todo por golpear a esa estúpida que se hace la madre de mi hijo por tener dinero —escupe con furia.

El morocho aprieta los dientes, el muy maldito no se arrepentía de nada y encima se justificaba. Gaby comienza a perder el norte y se acerca más a él de forma amenazante, está a punto de golpearlo o hacer algo peor, sin embargo, la doctora se da cuenta y lo detiene poniendo una mano en su brazo.

—No lo hagas —le murmura—. No vale la pena.

—El hijo de puta no se arrepiente —gruñe el morocho con dientes apretados.

—Esta clase de hombres no suelen hacerlo —menciona la doctora.

—Yo haré que se arrepienta —promete Gaby.

—Buenos días —escuchan a sus espaldas.

El morocho y la doctora se dan vuelta para ver de quien se trata.

—Ya era hora, Soria —exclama Gaby.

—Vine lo antes posible, Medina —entona Soria que había llegado con dos doctores más.

—Vienen a llevárselo? —pregunta la doctora.

—Así es, doctora —habla uno de los doctores—. ¿Podríamos darnos su historial, por favor? —le pide.

—Claro —La doctora lo toma de los pies de la camilla y se lo tiende—. Aquí tiene.

El doctor observa el historial y frunce el ceño.

—Este hombre no está en condiciones de salir de aquí aún —le avisa a la doctora.

—Es lo que estaba diciendo —exclama el hombre.

—No hables —gruñe el morocho—. Doctor, este hombre debe salir hoy mismo de aquí, nos da igual su condición.

—Pero…

—Hay una orden, doctor —interviene Soria tendiéndole un papel—. Debemos conducir al hospital de la prisión.

—No lo creo prudente —manifiesta el doctor, pero al ver una orden no hay mucho que pueda hacer.

—Son órdenes —se limita a responder Soria teniendo conocimiento de lo sucedido con el tipo en la camilla.

—Yo los escoltaré —anuncia el morocho. Soria lo observa elevando una ceja—. Quiero ver que llegue intacto —suelta con un deje sarcasmo conforme se eleva de hombros.

—Bien —habla el doctor—, terminamos con esto.

Los doctores se ponen a tramitar los papeles para trasladar al tipo a la prisión mientras que Soria y Gaby, esperan viendo al hombre temer por su propia vida. El morocho le sonríe con satisfacción.

—¿A cuántas personas les debes favores? —le pregunta Soria a Gaby sabiendo que fue su idea llevar.

—La pregunta no es correcta —se jacta el morocho.

—¿Y cuál es la pregunta correcta?

—¿A cuántos les he cobrado los favores que me debían? —dice mostrando una sonrisa placentera.

—Se la vas a hacer pagar, ¿verdad?

—Por supuesto, nadie se mete con mi familia.

—Señores —interrumpe el doctor—, ya ​​estamos listos.

Conforme están sacando al hombre de la habitación, este se pone a gimotear por no querer salir de allí, no quiere saber nada con ir a prisión, pero menos quiere ir al hospital de una prisión. No se respondería nunca y ese dolor constante al respirar por tener las costillas rotas iba a ser peor sin medicamentos.

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