Capítulo 119

Los ojos de Sofi se aguaron cuando diviso la casita, el lugar era precioso, una pequeña cabaña en medio del valle. Era blanca, su puerta de color rojo, al igual que el tejado. Al entrar (en los brazos de Ian, como se supone que tienen que entrar la primera noche de casados ​​a su casa) observa el lugar, todo su entorno era de color ocre y marrón, haciendo sentir cálido y acogedor. Ian la lleva directo a una de las dos habitaciones que contienen la casita y la deposita con cuidado en el suelo. Se miran por un largo minuto, perdiéndose uno al otro en sus ojos, mezclando el verde con el azul.

—Me has hecho el hombre más feliz el mundo —le murmura, sin dejar de mirarla—. Ti amo, Sofi —susurra.

—Yo también te amo —musita ella.

—Eres lo mejor que me pudo haber pasado —Lentamente acaricia su mejilla, baja su mano hacia el cuello, logrando que la piel femenina se erice ante su toque, llega a su nunca y con un movimiento certero desabrocha su vestido, haciendo caer hasta la cintura femenina, dejando sus pechos al descubierto, Ian baja su mirada y la taladra con ella. La mano se instala en el hombro de ella y, con suavidad, acerca su rostro para depositarle un dulce beso. A Sofi se le escapa un jadeo e Ian sonríe benevolente. Sube sin despegar su boca de la piel de ella hasta llegar a su oído—. Hoy voy a hacerte sentir lo que yo siento —Muerde su oreja y ella cierra los ojos con el pecho comprimido—. Voy a hacerte el amor, Sofi —le anuncia en un susurro ronco.

La besa dejando todo de sí en ese beso. La besa hasta que ella está a punto de perder el conocimiento. Sin más, la alza, obligándola a que le envuelva la cintura con sus piernas. Le besa el cuello, sosteniéndola con una mano en el culo y la otra en la nuca. La lleva a un lado de la cama, la apoya en el suelo y termina de quitarse su vestido rozando con las yemas de sus dedos la suave piel haciéndola estremecer. Rápidamente se quita el saco, luego la camisa. Guiándola delicadamente con una mano en el hombro de ella la hace sentarse sobre la cama. El rubio se quita los pantalones y el calzado sin dejar de mirarla. Queda completamente desnuda y expuesta ante su mujer.

A Sofi se le hace agua la boca al ver todo ese cuerpo bronceado y tonificado resplandeciente bajo la luz de la luna que entraba por una de las ventanas de la habitación. Su cuerpo reacciona al ver la prominente erección, provocándole una descarga eléctrica por toda su columna vertebral.

Con paso lento y seguro (y sin borrar su maliciosa sonrisa), Ian se acerca a ella instándola a que se deje caer sobre su espalda en la cama. Cuando él quedó sobre ella, con una mano la toma de las caderas y la lleva hasta el medio de la cama. Una vez allí comienza a regar suaves y dulces besos por todo su cuerpo. Comenzando desde su cuello hasta su vientre. Vuelve a subir con sus besos y sosteniéndose con los brazos, quedando a un centímetro del rostro de ella. Sus narices se rozaban, sus respiraciones se mezclaban, sus alientos danzaban sobre ellos.

Con cuidado sin quitar sus ojos de los de Sofi, por medio a perder su hipnotismo, se instala en medio de las largas piernas de ella.

—Eres tan hermosa —susurra mientras se adentra con extrema lentitud en ella. Sofi cierra los ojos al sentirlo y levanta el pecho—. Mírame. Quiero ver cada reacción tuya y grabarla en mis retinas para siempre —Ella le hace caso y se deja perder en la mirada azulada. Él vuelve a moverse más a adentro y ella jadea haciendo fuerza para no cerrar los ojos—. Se siente tan bien —murmura con voz ronca y, se adentra más a ella—. Quiero esto para la toda la eternidad —llega hasta el fondo, tocando sus paredes, cosa que hace que ambos giman.

Al tiempo que comienza a moverse dentro, atraca su boca fundiéndose en ella y Sofi envuelve a Ian con sus piernas y brazos. Una mano de Ian se instala en la cadera de la joven, apretando su carne con fuerza. Ella aprieta sus manos en los omóplatos del joven casi dejando sus huellas digitales. Cuando necesitaron respirar, Ian se separa, pero sin dejar de tocar sus labios con los de él.

El rubio no dejaba de mover sus caderas, no tenía intenciones de parar por nada en el mundo, era la supernova.

—Ian.

—Sofi —ninguno de los dos podía más, pero no querrían terminar, no quería llegar al final. El rubio comienza a besarla otra vez bajando la velocidad a sus arremetidas, no para provocarla, ya que era una verdadera tortura para ambos—. Siento que mi pecho arde —murmura sobre la boca de Sofi.

—El mío ya está en llamas —habla la joven con la voz entrecortada.

—Así se siente amar? —le pregunta el rubio.

—Así se siente —afirma ella.

—Quiero envolverme en llamas contigo, siempre —dicho eso, arremete su boca y sus estocadas se vuelven más fuertes y profundas.

Entre gemidos, jadeos, caricias, besos, entonaciones de nombres y "te amos" llegaron juntos al subespacio, provocando que un halo de luz los envuelva a los dos, haciéndoles saber que el amor es más que una noche en una jaula, o en un cuarto con juguetes, el amor va más allá y solo se necesitan dos cuerpos para que se lleve un cabo. Nada más.

—¿A dónde crees que vas? —le pregunta Ian al verla levantarse de la cama.

—A darme una ducha para poder dormir —le contesta despreocupadamente, ya estando a los pies de la cama envuelta con una bata de satén rosa.

—Ni lo sueñes —expresa Ian—; es nuestra noche de bodas —levanta las sábanas indicándole que vuelva a la cama.

—Ya lo sé. ¿Y? —pregunta confundida e Ian se carcajea.

—Voy a estar dentro de ti toda la noche —le hace saber con una sonrisa pícara, la cual hace que a Sofi le suban los calores—. No voy a dejar que duermas hasta que no le haga honor a la "noche de bodas".

Sofi jadea abriendo muy grande los ojos y él no puede evitar sonreír.

—Tenemos que ir a desayunar con los demás temprano —murmura la joven, apenas pudiendo respirar.

—Vamos a llegar a tiempo —le asegura él.

—Pero ¿no vamos a dormir? —cuestiona atónita.

—Quizás deje que lo hagas por un par de horas —concede con una sonrisa.

—¿Solo un par de horas? —suelta con los ojos bien grandes, pero ella ya estaba a un paso de subir de nuevo a la cama, sin haber dado cuenta estaba caminando hacia su esposo.

—Sofi —tira de su mano haciéndola caer en la cama y rápidamente se coloca sobre ella—, no voy a dejar de hacerte el amor hasta que hayas perdido el conocimiento —murmura sobre su boca y por unos segundos, ella deja de respirar.

Ian toma el carnoso y rojo labio inferior de la chica entre los suyos tironeándole hacia él, succionándolo y chupándolo. Con su mano derecha comienza a abrirle la bata hasta dejar al descubierto el cuerpo femenino. Entierra su rostro en el centro de los senos de su mujer, para luego girar la cabeza y tomar, uno de sus pezones excitado, con la boca. Juega con él, lo succiona, pasa su lengua sintiendo como cada vez más duro se pone y como los suspiros de Sofi comienzan a convertirse en gemidos. Lo rastrillándola con sus dientes y luego toma el otro pezón para darle el mismo placer.

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