Entrada la noche Ian se despedía de Sofi, su futura mujer y de Mateo, su futuro hijo. Vuelve al hotel más feliz que nunca, se sintió pleno, lleno de paz y todo se lo debía a Sofi. Era la única que sabía cómo tratarlo y la que sabía qué era lo que él necesitaba. Era consciente de que Sofi no tenía ni idea de lo que en verdad provocaba en él. Con una enorme sonrisa llamó a Alex y Erik para contarle las noticias, debían saber quién era Sofi.
—Ya sé el nombre de aquella chica.
Así fue como comenzó la charla en cuanto ambos le atendieron el teléfono.
—¿De qué estás hablando, primo? —Curioso Alex.
—¿Por qué estamos en conferencia? —indaga Erik—. ¿Arreglaste las cosas con Sofi?
—Mas que eso.
—Explícate, Ian —apremia Erik.
—¿Se acuerda de la chica que conocí en Ibiza cuando éramos adolescentes?
— ¿La que le rompiste la nariz? —pregunta Alex.
—A la que nunca le preguntaste el nombre? —pregunta Erik.
-Si; esa misma —contesta Ian haciendo rodar sus ojos.
—Nos acordamos —dicen al unísono.
—Bueno, ya sé su nombre.
—Estoy confundido, Ian, ¿no iba a Italia para arreglar las cosas con Sofi? —Indaga Alex.
—Así es.
—Y ¿por qué nos estás hablando de aquella chica?
—¿Quieren que les diga el nombre o no?
—Adelante —dice Alex.
—Apura el misterio, Ian —acota Erik.
—Su nombre es Sofi —Los otros dos se quedan callados—. Chicos, ¿siguen ahí?
—¿La chica se llama igual que Sofi? —Indaga Erik.
—Erik, esa chica era Sofi.
—Me estás jodiendo.
—Ian, ¿estás seguro? —pregunta Alex.
—Lo estoy, todavía tiene mi camisa.
Alex se carcajea sin poder ocultar su desconcierto y, de alguna manera también su alegría, la alegría que sentía por su primo.
—Tengo ganas de gritar —dice Erik—. Ahora la entiendo a Sole, juro que podría gritar como ella.
—Eso es raro, Erik —suelta Ian con diversión.
—Vaya, primo —silba Alex—. Estoy muy contento por ti. Es una locura lo que nos cuentas, pero aquella chica que te había volado la cabeza, es la misma que te vuela los sesos ahora. ¿Quién lo diría?
—Hay más.
—Dispara.
—Nos casaremos.
—Era hora, Ian —habla Erik—. Sabiendo que es aquella chica, no debes dejarla ir dos veces. Debes atarla lo antes posible.
Alex e Ian se carcajean, pero saben que Erik tiene razón, no puede dejarla ir.
— ¿Cuándo será la boda? —quiere saber Alex.
—En dos días.
—Ian, te tomas en serio eso de no perderla dos veces —bromea Erik.
—No la volveré a perder, Erik —aseguró.
—Sole va a estrangularte si no está en tu boda, más sabiendo con lo que le gusta todo lo romántico.
—Lina te cortará las pelotas para que no te reproduzcas si tampoco está.
—Tranquilos, ambas van a estar. Solo deben venir porque será aquí, en su país natal. Vendrán, ¿verdad?
—Ahí estaremos —asevera Alex.
—Cuando Sole se entere se volverá loca.
—Entonces los espero para mi boda, avísenle a los demás, por favor.
—Por supuesto —esboza Erik antes de colgar.
—Felicidades, primo —dice Alex antes de cortar.
Luego de un baño relajante, Sofi busca a Mateo en su cuarto para bajar a cenar. Los dos estaban muy felices por la propuesta de Ian y porque dentro de muy poco ellos dejaban de ser dos para sumar uno más a su pequeña familia.
Al llegar al comedor, ambos se acomodan, uno frente al otro, dejando la punta de la mesa para su abuela. Al minuto ella se suma a ellos, ocupando su lugar. Sofi seguía con una sonrisa dibujada en su rostro y sus ojos verdes brillando, cosa que llamó la atención de su abuela, ella giraba su cabeza para ver a Mateo, que misteriosamente también sonreía y sus ojos avellana, también brillaban. Ambos de vez en cuando se miraban y ampliaban sus sonrisas, la abuela moría de curiosidad por saber qué era lo que pasaba con ellos, pero sabía que primero tenía que atender otro tema, que para ella era mucho más importante en ese momento. Al instante llegó la chica de servicio con la cena. Un vittelo tonnato (ternera acompañada con salsa de yema, atún y crema de leche), yacía en los platos de los presentes.
—Es un buen chico, Russel —no estaba preguntando, lo estaba afirmando.
No obstante, esta afirmación por parte de Regina, provocó que Sofi dejara el tenedor con una porción de ternera en el aire y cruzó rápidamente la mirada con Mateo, que tanto como ella, estaban asombrados por el comentario de la abuela.
—Sí, lo es —balbucea Sofi, a pesar de que no era una pregunta.
—Yo —Mira a Mateo ya Sofi en intervalos—… quería pedirte disculpas, a ambos —fija su mirada en Mateo—; no te he recibido como es debido y quiero disculparme, no es propio de mí, solo estaba ofuscada por el futuro de la empresa y por un momento vi que Sofia se desplegaba de ella y quiero que entiendas —posa su mirada en Sofi—, es lo único que me queda de mi hijo, él trabajó mucho para que sea lo que hoy es y tenía miedo que dejara de existir, pienso mucho en el futuro —suspira—… cuando yo ya no esté, pienso en qué será de la empresa ese día.
—Nonna —música Sofi.
—Es la verdad, mi niña. Solo espero que me perdones por no haber sido lo suficiente para ti, fui egoísta y me dejé llevar por la codicia, debí haber estado contigo cuando pasó lo de Marco y, sin embargo, no estuve de tu lado. Hoy me doy cuenta de ese error, hoy me doy cuenta que debería haberte apoyado por lo que deseabas y cuando llegaste con el “bambino”, recibirlo como correspondencia y aceptarlo, sin objetar, como un integrante nuevo de la familia. Gracias a Russel, hoy me doy cuenta que con mi forma de ser contigo, me estoy perdiendo mucho y no quiero que estemos enemistadas —Apoya su mano sobre la mano de Sofi—. ¿Me perdonas?
—No hay nada que perdonar, nonna —habla con los ojos ardiendo por las lágrimas—. Entiendo que lo has hecho por mi papá.
—Solo di que me perdonas —le pide Regina.
—Está bien, nonna. Te perdono —asoma una sombra de sonrisa al igual que Regina.
— ¿Tú me perdonas? —ahora presta toda su atención a Mateo—. ¿Y me aceptas como tu nonna? —le sonríe con cariño.