Años antes…
—Hija, ¿estás segura de irte a vivir con él? —Sofi miró a su madre arrugando el ceño—. Digo, la convivencia es complicada.
—No sabotees su relación —interviene Regina antes de que la joven pudiera acotar algo—. Además, es bueno para la empresa.
—No todo se trata de la empresa y el trabajo, Regina.
—Es lo más importante, querida.
La madre de Sofi estaba por retrucar, pero Sofi se adelantó siendo consciente de que, esa conversación no iba a terminar bien.
—No te preocupes, madre; en el primer momento en que me sienta incomoda o algo malo pase, vuelvo a casa. No voy a sufrir sin necesidad.
La madre acepta, aunque no muy convencida, no le gustaba ese chico Marco, tenía algo que le daba mala espina, no confiaba de nada en él. Sofi era muy ingenua cuando se trataba de amor y Regina con su constante punzada que casi obligaba a Sofi a estar con ese chico.
La joven toma su maleta y con una gran sonrisa baja las escaleras con velocidad conforme Marco la esperaba en la puerta para llevarla a su nuevo hogar.
Por varios meses todo era flores y chocolate, de una vez en cuando Marco llegaba con el ceño fruncido por el trabajo, al menos eso era lo que él le decía a ella, no obstante, Sofi le daba su espacio y al otro día el joven ya estaba mejor, volvía a ser él. Pero de a poco, esos días de ceños fruncidos se volvieron más continuos y Marco tardaba cada vez más en “volver a ser él”. Las cosas ya no estaban siendo como Sofi había soñado o, esperado. Cada día se tornaba más difícil poder llevar, ella ya no sabía qué hacer al respecto, le había prometido a su madre que no dejarían que la últimamara, pero también debía hacer un esfuerzo para que aquella relación funcionara, para que volvieran a ser como al principio, lejos estaba de querer darse por vencida con ese vínculo. Una vez, fue a la oficina para darle una sorpresa, le había preparado un rico almuerzo que había metido dentro de una canasta de mimbre; Quería sacarlo de la oficina y llevarlo a un picnic, Sofi estaba segura que trabajaba más de la cuenta, ella pensaba que todo ese estrés era por la empresa, por lo que debía darle, aunque sea, medio día libre. Al entrar en la oficina del joven, se encuentra con que, Marco estaba hablando muy cerca con su secretaria conforme señalaba unos planos que había sobre el escritorio. En cuanto la vieron se separaron.
—Hola, Sofi —saludó la joven mostrando una sonrisa.
—Hola.
— ¿Qué haces aquí? —cuestionó Marco sin saludarla, ni siquiera mostró algo de agrado por verla allí.
—Te traje el almuerzo —murmuró levantando la canasta.
—Sabes que no puedo; Tengo mucho trabajo —espetó Marco.
—Pero debes tomarte, unas horas, no puedes…
—Basta, Sofi, no voy a dejar de trabajar para salir de picnic contigo —escupió—. Además, no sé qué carajos haces aquí, no debes venir a mi lugar de trabajo, así no funciona. Este es mi espacio y debes respetarlo.
—Marco —susurró sorprendida la secretaria.
Sofi no podía creer lo que estaba escuchando, las lágrimas se aglomeraron en sus ojos, la estaba tratando como si fuera escoria, como si él debía trabajar por su culpa.
—Pero…
—Vete, Sofía. Tengo trabajo.
La joven dejó caer la canasta de mimbre al igual que sus lágrimas que se convirtieron en un llanto silencioso, ella giró sobre sus talones y corrió lejos de ese lugar. Tenía ganas de vomitar, se encontraba mareada, descompuesta, todo era como un maldito sueño o, más bien, una jodida pesadilla. ¿Y ahora qué haría? ¿Volver a la casa de sus padres? ¿Ir a su casa y afrontar la situación como una mujer grande? ¿Qué carajos podía hacer? Las cosas se le estaban yendo de las manos, casi no reconocía a Marco.
Como era de esperar decidió ir a su casa, la casa que compartía con Marco, por la noche, el joven llegó con un ramo de flores y una caja de chocolates. Sofi se había quedado dormida en el sofá viendo la televisión; ni siquiera había comida, no había preparado de comer. Marco se acercó a ella y con delicadeza, la despertó. Ella tardó unos segundos en comprender lo que estaba pasando y, cuando se dio cuenta se incorporó de inmediato.
—Lo siento —fue lo primero que dijo Marco tomándole la mano—. Siento mucho como te traté esta tarde, llegaste en un mal momento y me la agarré contigo. Lo siento—. Sofi seguía callada, no sabía si debía decir algo o no y, debía admitir que algo de miedo le estaba tomando—. Mira, te traje algo —esbozó dándole el ramo de flores y la caja de chocolates—. Discúlpame, por favor.
—Esta bien, Marco —musitó Sofi.
—Te lo compensaré —se apresuró a decir—. Este domingo iremos de picnic, yo me encargaré de todo. Te lo prometo.
Ese día de picnic nunca llegó, ese domingo que se iba a tomar, jamás llegó. Marco regresó a dejarla sola en la casa mientras él trabajaba. Semanas después, Sofi viaja con su madre a Florencia a visitar una amiga de ella, la idea era quedarse dos semanas, pero Sofi decide volver antes y darle la sorpresa a Marco, sin embargo, la sorpresa se la llevó ella. Una vez que cruzó la puerta de su casa, pudo ver la mesa servida para dos, un bolso de piel sobre el sofá, siguió un rastro de ropa hasta la habitación. Allí estaba él, teniendo sexo con su secretaria.
Marco despachó a aquella mujer y juró que jamás volvería a hacerlo, que había sido un error y hasta le prometió que la despediría de la empresa, cosa que jamás sucedió. Cada día que Sofi le preguntaba si la había despedido, él tenía una excusa para darle, aunque le prometía también que no había pasado más nada con esa mujer, Sofi no podía creerlo, pero no tenía pruebas y no iba a convertirse en una mujer tóxica. Debía confiar en él, al menos tratar de hacerlo.