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Jules dejó que el agua cristalina del estanque le acariciara los pies. Era refrescante y tranquilizador. Su instinto animal le había llevado allí, un pequeño espejo de agua oculto entre un conjunto tupido de árboles al este de la mansión, dentro de los terrenos del alfa. Acaso Dominic no sabía de aquella maravilla de la madre naturaleza de lo contrario se declararía dueño de aquel remanso de paz.

Aun sentía su cuerpo estremecerse ligeramente por los recuerdos visibles todavía en su mente. Había dejado que Darren lo mimara y consolara por un rato considerable. Había llorado como un niño ¡Qué vergüenza! Otra vez en el fondo del pozo perdiendo su dignidad, o al menos lo que quedaba de ella.

Al recomponerse no había rechazado su tacto, pero no dejó que lo besara. Se había levantado de sus piernas y acostado de lado en su cama, hecho un ovillo. Esperó que lo dejara solo y por lo visto había entendido la indirecta porque lo cubrió con una colcha más gruesa y salió sin decirle palabra alguna
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