Olga cruzó el umbral con cautela. La habitación era muy amplia, y obviamente de Marco. Estaba bañada en una luz tenue, cálida, que parecía provenir de una única lámpara colocada estratégicamente para iluminar el centro de la estancia. La pintura que había captado su atención, era muy grande, con un marco dorado y dominaba la pared frente al lecho. Era ella. Representada de una manera que nunca había imaginado, etérea y hermosa, como si el artista hubiera capturado no solo su rostro, sino también su esencia. Su cabello caía en suaves rizos ordenados, iluminado por un resplandor que parecía emanar de su propia piel. Sus ojos, llenos de vida y misterio, miraban hacia un horizonte invisible, como si estuviera soñando con un futuro que nunca llegó. Olga dio un paso adelante, incapaz de apartar la mirada. Cada pincelada parecía contar una historia, una que Marco había guardado en su corazón durante todos esos años. Pero lo que más la conmovió fue el fondo: un jardín lleno de
Alex entró a la sala privada de Bianca sin tocar y ella escondió debajo de ella una fotografía. Alex no hizo ningún comentario respecto a la foto, solo la miró. Ella estaba sentada en el sillón estilo Luis XV que era de su madre con la espalda completamente recta, recibía los tenues rayos de sol del atardecer que se filtraban por la ventana al ritmo que la brisa batía las cortinas. La atmósfera era solemne, con la música triste y nostálgica rusa que salía del aparato de sonido. —Vienes a regodearte ¿verdad? —Preguntó Bianca sin mirarlo. Alex se dejó caer en otro sillón del juego, demasiado pequeño para un hombre de su altura y complexión. —No entiendo como te gustan estas sillitas endebles, ni siquiera son cómodas. Bianca volteó el rostro y, con una mirada serena y desafiante, replicó en tono pausado: —Alex, míralo de esta manera: estas sillas en las que tantas miradas descuidadas se posan llevan en su estructura siglos de historia. A primera vista pueden parece
En el camino de regreso a la Mansión Salvatore Olga veía el tráfico pasar sin atreverse a mirar a Marco, él estaba molesto con su actitud, pero determinado a tener paciencia aunque es el primero en reconocer que carece de esa virtud. Marco prescindió del chofer, no quería que nadie los interrumpiera, Olga había desarrollado sentimientos por la clase trabajadora, pero él estaba seguro que pronto al tomar el lugar a su lado, regresaría a ser la mujer de exquisitos modales. Porque si algo tenía que reconocer Marco, es que le agradaba la educación que Olga recibió en Rusia, la misma que su difunta esposa Tatiana se empeñó en darle a Bianca. Marco estacionó detrás de un árbol para quedar parcialmente ocultos. —Gracias por todo Marco —susurró de manera atropellada Olga y pensaba bajarse sin siquiera mirarlo. Marco no podía permitirlo. —Olga, ¿a dónde vas? —Preguntó tratando de ocultar su molestia con una sonrisa mientras sujetaba su brazo. —Alguien podría vernos —mus
Después de la cena Irina estuvo en la habitación de los niños, primero con Ryan y luego con Ema. Allí encontró a Alex y ya Ema estaba dormida. Irina lamentó no dormirla, pero quería darle tiempo a acostumbrarse. —Quiero que le digamos —susurró Alex. Irina lo miró con indecisión. —No puedo pensar en algo que desee más en estre mundo, pero no quiero lastimarla. Alex sonrió y jugó con un rizo de Irina fuera de su coleta. —Ya Ema te quiere. —Pero ama a Bianca, no quiero que crea que le estoy robando a su madre y me estoy poniendo en su lugar. —Puedo hablar con ella, lograré que me entienda, puedo ser muy persuasivo. Irina lo miró con una ceja alzada y él devolvió una mirada hambrienta. —Vamos a mi habitación —pidió Alex. Irina negó con la cabeza. —Esto no es tu harén Alex Salvatore. —Cariño, Harén implica tener muchas mujeres, y yo solo a ti te tengo en esta casa. Irina mordió sus labios para no sonreír, rodó los ojos más molesta con ella misma
—Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará? Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral? —Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales. —Esa máquina respira por él mientras se pone mejor. Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa. —Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado. Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar. —Debemos despedirnos de tu papá, mi amor. Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo. — ¿Qué le digo mamá? Irina con el corazón hecho añicos pronunció: —Dile cuanto lo amas. —Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la
Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella. —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos. —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros. —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros. —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo. Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía. —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía. —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme. — ¡Papi! Alex se giró con una so
Irina obtuvo permiso laboral para encargarse del sepelio de su esposo, los días ya de por sí duros empeoraron cuando la madre de James llena de pena la abrazaba por momentos y la culpaba de cada desgracia en la vida de James al instante. Empleados y amigos del hospital se presentaron; pero por ella, como si a James nadie en su trabajo lo hubiera apreciado. Irina se sentía molesta en nombre de James. Ella tenía claro que James se había entregado en cuerpo y alma a su trabajo y ahora no venía a despedirlo ni su secretaria, ni siquiera el director del hospital que él apreciaba tanto. Irina no entendía como siendo su mejor amigo no había presentado sus respetos. Irina sabía que el doctor Salvatore estaba muy ocupado por la situación de su esposa, pero no podía dejar de resentir que apenas envió una corona de flores en representación del Hospital Salvatore Memorial, algo tan impersonal. ¿Cuántas veces discutió con James por las excesivas reuniones y fiestas a las que debía i
Irina no sabía que decir, que pensara que el doctor era mal marido no significaba que quisiera a su esposa muerta. —Veo su intención, y me disculpo por mi comentario, pero ella podría tener complicaciones… —De ser así la traería de inmediato. —Bueno, supongo que tiene todo a disposición —masculló Irina apenada. —Entonces no hay más que decir, en cuanto transfieran a mi esposa vendrá con nosotros. Le pagaré como si fueran horas extra, sin comprometer su salario en el hospital, usted dirigirá el cuidado con dos enfermeras más para que ella tenga atención las 24 horas, por eso la necesito a tiempo completo, es decir se mudaría a mi casa. —Doctor Salvatore, tengo un hijo y no puedo dejarlo con mi madre por tiempo indefinido… —Claro que no, su hijo vendría con usted. Le proporcionaré niñera, terapia con la mejor psicóloga infantil de la ciudad y la matrícula de una excelente escuela privada. Irina parpadeó repetidamente, intentando asimilar la insólita propuesta de