Capítulo 7. Una tregua improbable
Devon no volvió a ver a Alina tras el incidente.
No lo soportaba.
No la mirada que ella le había dedicado justo después de que la soltó. Una mezcla de humillación y desafío, como si aún se negara a rendirse, incluso cuando él la había tratado peor que a un enemigo.
Por eso, en silencio, dio órdenes.
Mandó llevar ungüentos para las heridas de su cuello y muñecas. Nada que pudiera dejar marcas permanentes. No lo hacía por compasión. Eso se repetía a sí mismo. Era una forma de limpiar su conciencia, al menos lo justo para seguir respirando sin que el peso del desprecio se le clavara en el pecho.
Y luego ordenó que la reubicaran.
La vieja residencia en ruinas donde había estado viviendo Alina desde su llegada ya no era suficiente. Era inhumana. En su lugar, dispuso una casa más cercana al corazón de la manada, con suministro regular de comida, ropa limpia y vigilancia más sutil. No podía permitirse otro incidente… pero tampoco quería seguir con la humillación.
Aunque se lo negara, a