El salón principal del castillo Blacknight estaba iluminado con la luz de antorchas y velas que se reflejaban en los muros de piedra, creando un ambiente solemne y cargado de tensión. El consejo estaba reunido, con Martha y Matilda ocupando lugares prominentes, mientras Devon permanecía de pie frente a ellos, con la mirada firme y el semblante serio. A su alrededor, los miembros del consejo, veteranos de la manada y asesores estratégicos, observaban atentos, conscientes de la magnitud de los acontecimientos recientes.

Matilda fue la primera en hablar, su voz aún débil por la recuperación, pero firme en su autoridad.

—Devon —dijo, con un matiz de reproche—, no puedes tomar decisiones solo. Esto no es tu decisión personal; la manada depende de que todos actuemos con cautela. No podemos permitirnos errores impulsivos.

Devon asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de sus palabras.

—Lo sé, abuela —respondió, con respeto y un dejo de firmeza—. No he tomado esto a la ligera. Cada mov