La tarde caía sobre el territorio Blacknight, tiñendo de tonos dorados y rojos las murallas del castillo. En el patio principal, la manada se había reunido en un ambiente de celebración. El nacimiento de la pequeña Lyria había traído un soplo de esperanza en medio de tiempos inciertos. Los lobos se mezclaban, comentando con sonrisas y miradas llenas de orgullo.

Al frente, en lo alto de las escalinatas, Alina sostenía a su sobrina en brazos. El vestido claro que llevaba hacía resaltar el suave tono de la piel de la bebé. Devon estaba a su lado, imponente, con el porte de un alfa pero la expresión cálida de un padre.

—Manada… —dijo Alina, con voz clara que resonó en el patio—. Hoy estamos aquí para celebrar la vida. En estos días oscuros, donde la guerra amenaza con arrebatarnos lo más preciado, hemos recibido un milagro. Lyria no es solo mi sobrina, la hija de la encontrada princesa Mya, es una promesa de que nuestro linaje y nuestra unión sobrevivirán.

Los aplausos y vítores no se hic