Capítulo 27. Entre susurros y advertencias
El sol apenas comenzaba a filtrarse entre las rendijas de las ventanas cuando Alina abrió los ojos, aún envuelta en el calor de las sábanas. El aire olía a madera y a tierra húmeda, con una brisa suave que traía consigo el canto lejano de los pájaros. No recordaba haberse sentido tan ligera en mucho tiempo. Sonrió, cerrando los ojos unos segundos más, abrazando la imagen de la noche anterior.
Devon. Su risa baja, su manera torpe pero tierna de besarla, la forma en que la había mirado como si fuera lo único importante en el mundo. Aún sentía sus manos rozando su cintura, el calor de su cuerpo a su lado, la tibieza de sus palabras en la penumbra del claro.
Se levantó despacio, sin querer perder la sensación que aún se aferraba a su piel. Caminó hasta la ventana y la abrió. El bosque se extendía ante ella como un océano verde, y los primeros aldeanos ya se movían entre los senderos de tierra. A lo lejos, reconoció a algunos lobos patrullando los bordes. Pero nada podía quitarle la sonris