[Donovan]
Los siguientes minutos fueron un torbellino de luces azules y rojas pintando la fachada violada de mi hogar provisional. Los agentes se movían con una eficiencia burocrática que me resultaba insufrible.
Cada pregunta, cada procedimiento, era un recordatorio de mi fracaso.
Mantuve a Cassia pegada a mi lado; su mano helada entre las mías. Ya no lloraba, pero seguía tensa, sobre todo alerta a cualquier movimiento extraño. Odiaba verla así.
Cada vez que un agente se acercaba, sentía cómo se ponía rígida.
Esto la está destruyendo. Y yo soy un espectador inútil.
—Donovan.
No puede ser. ¿Quién se los dijo?
La voz de mi madre me hizo girar. Ella, Karina y papá llegaron juntos, sus rostros pálidos bajo la luz de la luna. Karina se abalanzó sobre Cassia, envolviéndola en un abrazo protector sin siquiera mirar lo que había pasado. Mi madre, en cambio, me miró fijo, preguntándome si estaba bien.
No, no lo estoy.
Ni siquiera pude responder, ya que otro coche se detuvo con un chirrido de