—Puedes dejarme aquí; no es necesario que me lleves contigo. —Me crucé de hombros cuando noté que estábamos a punto de llegar a la compañía de Donovan.
No me apetecía nada que nos vieran llegando juntos. Cuanto más lejos de los Gavrilov estuviera, mejor sería mi suerte.
Sin embargo, el heredero principal no estaba dispuesto a perder contra mí.
—¿Y arriesgarme a que huyas de mí? —Me miró por un momento, pero después volvió su vista al frente—. Ya me mentiste sobre dónde vives; ¿quién sabe en qué más me mentirás?
—Ya te dije que no es...
—Sí, sí... No es mi problema, Cassia. Lo entendí muy bien anoche. —Volvió a mirarme y luego giró para adentrarse en el estacionamiento de la empresa, buscó un lugar que estaba apartado exclusivamente para él y apagó la camioneta—. Pero me mentiste. Me dijiste que todo estaba bien contigo, pero no es cierto.
Maldita sea.
—Estoy bien.
—¿Sí? —Preguntó, y yo asentí—. ¿Por qué me mentiste anoche? No te estás quedando en un complejo de lujo, como me dijiste,