—¡Mierda! —Apenas pude poner las manos en el suelo para evitar que mi caída fuera más fuerte. Tenía el cabello cubriendo mi cara y me había lastimado una rodilla.
Al girar el rostro, vi a la persona que me había hecho caer al interponer su pie en mi camino cuando intenté salir del baño.
La chica pelirroja que me abordó esta mañana.
¿Cómo es que se llamaba?
Leila.
Mi día no podía ser peor.
—Ups, lo siento. Fue un accidente. —Se rió la mujer, concentrándose en mirarse al espejo, retocando sus labios y su cabello ondulado—. ¿No te da vergüenza venir a trabajar en esos harapos? Desentonas por completo en este lugar; todos lo dicen. Si fuera tú, tomaría la poca dignidad que me queda y me iría antes de pasar más vergüenza. Esto no es para ti.
Ya era bastante tarde y en pocos minutos sería libre de salir y huir de esta empresa en la que apenas podía respirar correctamente. Durante todo el día, Max se había dedicado poco a poco a explicarme a detalle todas mis obligaciones. A pesar de que me