Una mezcla entre anticipación y miedo revolvió el estómago de Kane ante la expresión pícara de su esposa.
Las luces bajas por sí mismas generaron un ambiente íntimo tras unos segundos. Brianna se acercó y lo besó, y él se dejó.
La mano de la muchacha se metió entre la sábana, y al llegar al borde de la camisa que tenía puesta rozó su piel, subiendo hasta posarse en uno de sus pezones.
Sus cálidos besos lo envolvieron, y se acomodó para darle espacio para que se metiera a la cama.
Brianna se quitó los zapatos y entró con calma, acariciando su pecho con movimientos suaves. Subió y bajó, rozando sus labios de a momentos.
—¿Alguna vez has jugado contigo mismo? —curioseó sin dejar de mover la mano.
—¿Te refieres a masturbarme? Por supuesto. Después de terminar en la silla fue la única forma de despejarme… hasta que llegaste tú.
A la rubia le brillaron los ojos con una picardía inquietante y sonrió de oreja a oreja.
—Me gustaría verte hacerlo un día… hasta que te corras —susurró y volvió a b