—Noventa y nueve coma nueve por ciento de probabilidad de que los sujetos de las muestras sean padre e hijo —comentó Brianna en voz alta.
Kane, en su silla al otro lado del escritorio, ambos en su estudio, echó la cabeza hacia atrás.
Una cosa era estar seguro y otra verlo en un papel, y un cúmulo de raras emociones se arremolinó en su interior, provocándole un ligero mareo que lo hizo enderezarse al instante.
—¿Estás bien? —preguntó Brianna, a punto de levantarse de su silla, pero él lo desestimó con un movimiento de la mano.
—Es solo un mareo, no es nada grave —murmuró y resopló.
Puso los codos sobre la tabla y descansó su frente en sus manos enlazadas, contemplando la madera por largos segundos.
—¿Qué quieres hacer al respecto ahora?
—Me gustaría decir que comunicárselo a todo el mundo, pero no creo que sea conveniente, ni para ti, ni para mí.
—¿A qué te refieres? —Brianna se recostó en la silla.
—Estás investigando la muerte de tu madre, ¿verdad? Y yo… —Dudó un momento, inseguro de