La ira se reflejó en los zafiros de Brianna, una contenida, velada, tan cruda y dura que podría matar a alguien con su frialdad si lo quisiera; sin embargo, se vio interrumpida con un fuerte paso al frente y un sonoro grito:
—¡¿Cómo se te ocurre pegarle a…?!
—Si no quieres que te deje sin hijos, será mejor que te quites de mi camino —interrumpió la rubia, fulminándolo con una mirada severa que dejó a Owen de piedra y preguntándose quién era esta y qué había hecho con la Brianna que conocía.
Pero ella lo ignoró, se volvió hacia su hijo y se agachó a su altura. Evan permanecía tranquilo, algo nada natural para un niño de su edad.
—Cariño, ¿estás bien?
El nene miró al par de adultos gritones y luego a su madre, y asintió con la cabeza.
—Lo estoy, mami. No deberíamos dejar que este par de personas feas nos siga molestando. ¿Podemos ir a la otra tienda? Me gustaría ver los bloques de construcción ahí.
Su voz era fina e infantil, pero contenía una intención terrible y un deseo de intimidar q