Capítulo 4

POV Alaia:

Siento que no puedo respirar.

No sé dónde estoy y mucho menos sé por qué me trajeron aquí, pero siento el estómago revuelto y mi mente es un completo caos. No tengo el suficiente valor para levantar mi mirada del suelo porque la pesada mirada que estaba sobre mí me tenía completamente presionada.

¿Quién era... este hombre?

A través de mis pestañas y sin atreverme a levantar la mirada por completo, observo al hombre parado ante mí. No es intimidante ni imponente, mucho menos atlético. Es calvo, de complexión corporal promedio y también poco atractivo. Pero se hacía menos agraciado con esos parches y hematomas que desfiguraban su rostro.

Una violencia aterradora debió haberlo arrollado y esas cicatrices eran las pruebas. Eso hace que mi terror se intensifique.

Tengo miedo.

La mirada de ese hombre era fría, aterradora y calculadora, haciendo que el miedo escale por mis piernas hasta la coronilla de mi cabeza. Mis rodillas flaquean y empiezan a tiritar de manera incontrolable. Trato por todos los medios de contener un sollozo y también de contener las lágrimas que amenazan con escaparse de mis ojos.

Detrás de mí, con su presencia silenciosa pero sofocante, están aquellos escoltas que me arrastraron aquí, custodiando cualquier intento de escape.

Un suspiro frustrado y pesado rompió el sepulcral silencio, haciendo que dé un respingo involuntario. Ese suspiro provino del hombre frente a mí.

—¿Me pueden explicar qué rayos es esto? — Su voz, con bullente irritación, era grave y rasposa.

Muerdo con fuerza mi labio inferior, con tal fuerza que siento el sabor metálico de mi propia sangre, y agacho mi cabeza para mirar mis pies desnudos y mi ropa. Está sucia, raída y un poco rota. Era una lamentable excusa de atuendo.

Me veo patética.

El caos que viví regresa a mi mente. Estos hombres llegaron como un destructivo huracán, la mirada asustada de mi padre que me entregaba como pago a estos hombres y mi inútil huida. Salí corriendo en medio de mi desesperación, pero estas bestias me derribaron y mi cuerpo chocó con fuerza contra el suelo sucio.

Mi ropa, al estar tan vieja, no resistió mi esfuerzo por huir y se rasgó; además, mi cabello quedó hecho un nido de ratas.

Soy una criatura de fango y suciedad, pero no me importa.

—Es la mujer, señor...

—¿Mujer? —pregunta él con sorna y eso se siente como un latigazo a mi orgullo—. Querrán decir "mocosa"... —espetó, sonando molesto—. ¡No le va a gustar!

Frunzo el ceño al oírlo y la confusión hace menguar momentáneamente el miedo. ¿Gustar? ¿A quién? Todo es tan confuso.

Todo se volvió extraño desde que les dije que nunca antes me había acostado con un hombre; ellos empezaron a actuar extraño. Solo se limitaron a traerme a este lugar que parece un castillo olvidado en medio del espeso bosque.

Sin decir una sola palabra, me bajaron del auto y, a rastras, me hicieron entrar en este lugar donde nos esperaba este hombre que ahora mismo luce molesto.

—Además... —gruñe y siento su pesada mirada sobre mí, criticándome y analizándome de pies a cabeza—. Ni siquiera es bonita, está muy flaca y muy sucia. Es desagradable —su voz emana completo disgusto—. Por su absurda idea, puede que él nos mate a todos.

¡¿Matar?!

Esa palabra terrorífica hace eco en mi mente. Siento que el color abandona mi rostro y ya no puedo contener el temblor de mi cuerpo. ¿Morir? ¿Renunciar a lo único que me queda? Mi vida... es miserable, pero la quiero.

No puedo decir que he vivido una buena vida. Entre la hambruna y la miseria he vivido toda mi vida. Pero, aun así, yo quiero vivir. Tengo esperanza de una vida mejor, por más pequeña e insignificante que sea, y me aferraré a esa esperanza con todas mis fuerzas.

Me niego a renunciar a mi vida.

—Es virgen, señor —de repente interviene el hombre llamado James a mis espaldas, su voz algo tambaleante—. Algún valor debe tener. Y sobre su aspecto, estoy de acuerdo con usted, pero puede que el señor tenga malos gustos y le guste ella.

No sé si me está ayudando o me está condenando.

Lo sé, no soy una belleza y mi aspecto es poco atractivo. Mi cabello castaño claro, maltratado y opaco, adorna un rostro que, además, está demacrado por el sufrimiento. Mi fealdad se acrecienta con mi cabello despeinado y sucio.

Mi piel es tan pálida como la de un cadáver, al igual que mis agrietados labios. Solo mis ojos de color oliva que cambian de color dependiendo de mi estado de ánimo aportan un atisbo de algo más a mi insípida persona. Mi cuerpo es demasiado delgado, reflejo de mi mala nutrición por años.

Mi autoestima es inexistente. Soy una persona insegura, miedosa y tímida, sin nada que ofrecer. Lo único que tengo es mi deseo de vivir y mi convicción de mejorar mi vida.

No necesito nada más.

Al estar perdida en mis pensamientos, fue imposible para mí darme cuenta de que el hombre frente a mí se acerca con rapidez y toma con brusquedad mi mandíbula, obligándome a levantar mi cabeza y verlo a los ojos.

Quedo petrificada ante ese toque tan brusco. Mis ojos llenos de lágrimas se posan sobre los suyos, tan oscuros como la noche. Esos ojos aterradores se pasearon por mi rostro lentamente, como si me estuviera analizando.

—Escúchame bien, muchacha... —su voz parecía una hoja afilada en mi garganta—. Conocerás a una persona muy, pero muy importante. Te lo digo, puede que sea la persona más poderosa del mundo —ese gruñido feroz me hace temblar, mientras su agarre se intensifica, lastimándome—. Pero, sobre todo, es un hombre peligroso, pues ese poder trae consigo el terror. Si haces algo que no le agrade, no dudará en matarte de la peor forma posible, ¿entiendes?

El miedo se acrecienta...

Paso saliva con dificultad y siento que mi corazón palpita con una fuerza que lo hará explotar dentro de mi pecho. Este hombre me aterra, sí, pero en sus ojos veo bailar el miedo en su estado más puro. Él mismo le teme a ese "señor absoluto" y eso me hace preguntarme: ¿Qué tan monstruoso es? ¿Qué monstruo tan terrible puede sembrar el terror en estos hombres tan amenazantes?

—Si resulta que no le gustas, pues tendré que encontrar otra "utilidad" para ti... —su mirada cambia de manera radical, haciendo que me recorra un feroz escalofrío. Esa mirada depredadora—. Para algo me tienes que servir —su desagradable mirada recorre mi cuerpo—. Aunque estés sucia y descuidada, podrás servir a hombres en uno de mis burdeles hasta que te vuelvas una asquerosa e irreconocible m****a, ¿entiendes lo que te digo?

Una sonrisa asquerosa se posa en sus labios y contengo una arcada al imaginar tan cruel destino. Quiero llorar, quiero correr, quiero gritar; pero me niego a llorar, no puedo correr y me he quedado sin voz. No entiendo cuál fue el pecado tan atroz que cometí para pagar un precio tan alto.

—¿Me oíste, mocosa?

Su agarre se vuelve todavía más fuerte, haciendo que me queje de manera sonora. Esto es insoportable. Me dislocará la mandíbula si sigue así.

—S-Sí.

Mi voz solo escapa de mis labios en un leve susurro. Él me suelta de manera brusca, haciendo que me tambalee, pero mantengo mi equilibrio. Esto es terrible, ni siquiera sé dónde estoy y, peor aún, estos tipos se ve que son peligrosos. Pero, si ellos son peligrosos:

¿Qué tan peligroso será el hombre al cual ellos temen?

No quiero ni siquiera imaginarlo.

...

¿Cuánto tiempo voy a estar aquí como una estatua?

De mí se escapa un bajo y tembloroso suspiro. Muevo mis pies de manera discreta, pues me duelen mucho. He estado de pie mucho tiempo.

Mis ojos se desvían un momento para ver al hombre calvo y aterrador. Por algún motivo, se ve ansioso e impaciente, mientras su mirada yace fija en un punto inexistente. Su ansiedad es palpable, pero era un misterio para mí saber de dónde provenía. Ahora lo que inunda mi mente son preguntas sin respuestas.

Después de esa amenaza, el hombre calvo y sus secuaces me arrastraron por aquellos pasillos tan lujosos y fríos. Ellos entraron conmigo a una habitación que es en la que me encuentro ahora.

Huele a madera.

Ya que todos se hallan en un tenso silencio, me tomo un instante para mirar discretamente a mi alrededor. Veo enormes estanterías llenas de libros y mis dedos pican por querer tocar esos lomos tan pulidos y bien cuidados. Nunca había visto tantos y tan nuevos, pero creo que no tendré posibilidad de tocarlos.

Hay sillones de cuero negro y un imponente y brillante escritorio color caoba con algunos papeles encima de él. Este pequeño santuario contrasta con el estilo lujoso y brillante que se halla fuera de estas cuatro paredes.

¿Cuál... cuál será mi destino?

Mis labios tiemblan y los aprieto para disimular su temblor, pero no puedo disimular las lágrimas que se aglomeran en mis ojos. Hasta ahora, mi vida era un lienzo en blanco y el destino lo pintaba con fuertes tonalidades de grises y negros, pero ahora no sé qué hacer.

Por una parte, me presentarán a un hombre al cual debo "gustarle", no sé ni de qué manera, y, si no le gusto, me arrojarán a un burdel para servir a los hombres. Mi cuerpo será destruido así como el alma.

Con sinceridad, no sé qué es peor. Los dos abismos se oyen profundos, pero la idea del burdel se oía como una muerte en vida. ¿Y mi otra opción? Un hombre al que ni siquiera conozco y al cual le temen, un hombre tan terrible que hace que un hombre como Morgan se sienta ansioso. ¿Sería acaso un monstruo horrible?

Una parte de mí grita a alaridos que huya de esta terrible situación y que me esconda en algún lugar. Quisiera pensar en una solución, pero ante tanta presión no soy capaz de pensar en nada.

Me duele la cabeza.

Justo cuando el silencio y la expectativa eran insoportables. El sonido sordo de una puerta abriéndose a mis espaldas me hizo dar un respingo. Luego, unos pasos pausados y pesados se oyeron, para luego oír una voz. Ronca, profunda, resonó teñida de burla y cruel diversión:

—Vaya, no esperaba tal eficiencia, Morgan...

Tengo que contener un chillido al oír esa voz. Marcada por un ligero acento desconocido. La tensión se vuelve insoportable y casi puedo escuchar cómo los otros hombres contienen la respiración.

Mi cuerpo se niega a moverse, estoy tan asustada que todos mis huesos se han convertido en frío hielo. Miro por el rabillo de mi ojo cómo los hombres se giran a recibirlo.

Escucho pasos pausados a mis espaldas, pero no tengo valor para encarar al hombre al cual todos temen. Ese monstruo feroz al cual me imagino de mil maneras horribles.

El frío del lugar se vuelve más intenso. ¿O soy yo? Ni siquiera los hombres que antes lucían tan aterradores se atreven a hablar ante tan imponente presencia.

No lo veía, pero sentía su presencia.

Sus pasos pausados detienen su marcha, haciendo que mi corazón también se detenga.

—¿Y? —le oigo preguntar—. ¿Dónde está mi mujer?

Quedo sin aliento al oír el énfasis posesivo en las palabras "mi mujer". Ese acento parecía prometer cosas extrañas y pecados prohibidos que nadie debería mencionar. No dejo de temblar, mi cuerpo se ha convertido en una gelatina.

—S-señor, verá... —escucho tartamudear al hombre calvo que ahora sé que se llama Morgan. Antes aterrador, ahora patético—. Con las prisas, mis hombres trajeron una mujer que no sé si es digna de usted...

—No te estoy preguntando eso, Morgan —su voz se endureció, haciendo que se me hele la sangre—. Estoy preguntando dónde está; si es o no es digna, eso lo decidiré yo.

Siento que mis propios nervios me asfixian.

Miro de reojo a Morgan y este parece en extremo pálido y sudoroso, evidenciando su miedo ante la persona cruel que ha llegado. Sus secuaces lucen tensos, rígidos, casi en un ataque de pánico.

Solo por su voz puedo deducir que es un hombre imponente, autoritario y controlador. Solo su voz emana una autoridad increíble y un control absoluto.

Es como si fuera dueño de todo.

—Es ella.

Morgan rompe el silencio y me apunta casi como si me estuviera condenando con su frase. Es entonces cuando la siento. Una mirada intensa. Una mirada quemante, similar a la lava de un volcán que resbala por mi espalda.

Tengo miedo.

Esa mirada me recorre, lo sé. La siento recorrer mi cuerpo, de pies a cabeza.

Las alarmas se encienden en mi cabeza, mientras mi piel se vuelve de gallina cuando oigo de nuevo esos pausados pasos, incluso más pausados que los anteriores.

Mi cuerpo tiembla de miedo, pánico y el más puro terror mientras siento esa mirada quemar mi piel a través de mi andrajosa ropa. No puedo moverme, apenas puedo respirar de manera superficial, yazco inerte tal cual cadáver y mi mirada clavada en mis sucios pies, pensando en cómo salir de aquí con vida.

Era un depredador.

Un depredador observando a un vulnerable conejito al cual podría devorar de un solo bocado. No lo veo, pero su presencia asfixiante se vuelve cada vez más fuerte.

¿Habrá alguna escapatoria? ¿Puedo escapar de este monstruo?

Entonces pasa, todo se detiene cuando unos zapatos de cuero negro, lustrosos y brillantes, se detienen justo frente a mis pies sucios y descalzos. Es él.

Mis dientes atrapan mi labio inferior y lo muerdo con tanta fuerza que los vuelvo a lastimar, pero incluso ese dolor no se siente debido a lo acelerado que tengo el corazón. Quiero llorar, pero no quiero llorar delante de este hombre.

No tengo el suficiente valor para levantar la mirada y parece que nadie se atreve a romper este silencio interminable.

De la nada, siento que unos dedos fuertes y firmes toman mi mentón con firmeza, pero con suavidad. Esa suavidad hacía contraste con la tensa situación, así como la calidez que emanaban esos dedos hacían contraste con el frío lugar.

Mi rostro fue elevado, forzándome a mirar a aquel monstruo directamente a la cara y, por primera vez, sus ojos se encontraron con los míos, dejándome sin aliento.

Es... ¿Hermoso?

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App