LEONARDO
Regreso a mi despacho y me sumerjo entre documentos, papeles y expedientes, pero mi mente no puede concentrarse.
No dejo de darle vueltas a la conversación con mi padre y Darius.
Esa frase, ese gesto… ¿cómo lo sabía? Y entonces surge la pregunta que no puedo apartar:
¿Sabe Darius adónde me dirigí esa noche… a la habitación de Gema?
Si lo sabe, no se lo ha dicho a mi padre, de eso estoy seguro.
Entonces la puerta se abre y Gema entra en el despacho, y por un instante siento cómo se me acelera el pulso aunque finjo tranquilidad.
Instintivamente levanto la vista de los papeles para observarla, en un intento poco convincente de parecer despreocupado, y al instante vuelvo a clavar mi mirada en ellos, esta vez con atención forzada.
Gema carraspea.
—¿Pasa algo, recluta?
Me observa, me está tanteando, evaluando cómo estoy con respecto a ella y a lo que ocurrió anoche.
—Solo me preguntaba si tenía alguna tarea o misión para hoy.
—Esta noche le he asignado una