CAPÍTULO 49

Gema

Un golpe suave, pero firme, resuena en la puerta y me hace despertar de golpe. Parpadeo, desorientada; la habitación está completamente a oscuras y ni siquiera recuerdo en qué momento me quedé dormida.

Y entonces lo huelo.

Ese olor inconfundible, es él…

Mi loba se despereza e incorpora de inmediato, impaciente, empujándome desde dentro para que me levante y abra la puerta.

Me giro hacia el reloj de la mesilla.

Las tres de la mañana.

Un escalofrío me recorre la espalda: ¿Qué hace Leonardo aquí a estas horas?, susurro para mí misma.

Y más aún después de la conversación incómoda que tuvimos… o mejor dicho, después de todo lo que quedó sin decir.

Pero vuelve a tocar. Un golpe más corto, contenido, como si no tuviera fuerzas para insistir. Estoy empezando a preocuparme, así que me doy prisa.

Abro y la luz tenue del pasillo cae sobre su rostro marcado por las sombras y cuando logro verlo mejor no puedo evitar dar un pequeño grito, que queda amortiguado por mi propia mano. Las
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