CAPÍTULO 50: Por tí...
GEMA
—Sí… fierecilla. Solo quería una excusa para verte y hablar contigo—dice Leonardo con tranquilidad.
Se ha llevado límite con la magia solo para tener una excusa? No, no puede ser...
Me quedo en blanco.
No sé si es por él, por lo que acaba de decir o por todo lo que siento.
Entonces, suavemente, alarga su brazo y toma mi mano, la que había apartado antes de su rostro, y la acaricia con el pulgar dibujando circulas en mi palma, mientras que nos miramos fijamente a los ojos, intentando descifrarnos el uno al otro.
—¿Te sientes mejor?—aparto la mirada. No entiendo qué me sucede, pero me siento como una adolescente torpe y nerviosa.
De repente, tira de mí y me abraza. Su calor me envuelve, y no puedo evitar derretirme en sus brazos. Estamos así un rato, inmóviles, envueltos en el calor del otro.
—Si, me siento mucho mejor. Ahora sí.
Un impulso me obliga a apartarme, a recuperar un mínimo control sobre mí misma. Carraspeo para recomponerme.
—No te he dado permiso