LEONARDO
He ordenado a Gema, como supervisor, que me ayude con el papeleo. En realidad, podría hacerlo solo… pero es la única excusa decente para tenerla aquí, sin que ella me rehúya como lo ha estado haciendo. El trabajo es tedioso, interminable, una montaña de informes que podría aburrir incluso a un vampiro milenario. Pero ella está sentada frente a mí, inclinada sobre los documentos, mordiendo la punta del bolígrafo cuando se concentra, y eso hace que todo parezca menos insufrible.
Llevamos casi una hora sin hablar; el silencio empieza a pesar entre nosotros, así que al final me decido y le pregunto:
—¿Se puede saber por qué estás molesta conmigo? —pregunto finalmente, incapaz de aguantar más ese muro invisible que ha levantado entre nosotros.
—¿Qué te hace pensar eso? —responde ella, con voz defensiva.
—Gema, no juegues conmigo…—insisto.
—No lo hago —dice enfadada. Hay algo más. Algo que no encaja. Y yo… no entiendo por qué se pone así.
—Me mentiste…——susurra. No me lo lanz