LEONARDO
Paso toda la tarde en la arena de entrenamiento; el cansancio físico es, hasta ahora, lo único capaz de calmar mi irritabilidad.
Esta mañana no dejaba de discutir con todo el mundo, y mi maestro, al darse cuenta de mi estado de animo, me ha invitado de una manera poco ortodoxa a salir de su despacho.
Me han retado algunos magos, pero ni eso ha servido de distracción; no logro apartar mi mente de ella.
Cuando termino de entrenar, ya entrada la noche, voy a buscarla a su habitación… pero no está.
—¿Dónde está Gema? —me pregunto, inquieto.
Un nudo se forma en mi estómago. ¿Le habrá pasado algo? La idea me pone los nervios de punta.
Le envío un mensaje, pero nadie lo lee. Decido esperarlas en la puerta principal y, al cabo de unos veinte minutos, aparecen Bel, Gema… y Kai. ¿Qué hace ese idiota con ellas?
Parecen perjudicadas por la bebida. Gema se ríe de algo que Bel le susurra al oído, y mi irritación aumenta con cada segundo. ¿Le ha dicho algo de Kai?.
Pero lo que termina co