Gema
Al día siguiente, nos esperaba en la entrada principal de la Orden un hombre que, a pesar de su edad, conservaba un porte impecable. Aunque su sonrisa pícara eclipaba un cuerpo atlético bien proporcionado, se notaba que era fuerte, alguien acostumbrado al combate.
—¡Bienvenidos, nuevos reclutas! —saludó con voz firme—. Soy Carlisle, miembro del consejo, y estaré a cargo de mostraros la Orden y explicaros cómo será vuestra vida a partir de hoy.
—Hola señor.—decimos todos al unísono.
Éramos solo cuatro los que habíamos superado las pruebas de admisión: los gemelos, Bel y yo. Los hermanos, un chico y una chica, resultan bastante atractivos; sus rostros casi angelicales contrastan con la apariencia más áspera e inusual de Bel y la mía, formando un grupo de lo más pintoresco.
Fuimos presentándonos uno a uno. Cuando llegó mi turno, pude notar que Carlisle me observaba con un interés peculiar. No era una mirada romántica ni superficial, sino más bien la de alguien que intenta descifrar