LARS
Me sentía en las nubes. Eso era fantástico.
Esa mañana me desperté en los brazos del hombre al que amaba, piel con piel porque decidimos acostarnos desnudos después de bañarnos, y sentir la calidez de su ser era cómodo, maravilloso.
De pronto sentí que unos dedos peinaban mis cabellos, y al alzar la cara lo vi, unos ojos grises preciosos que me contemplaban con contentura infantil.
—Buenos días, Bello Durmiente.
Solté una risita y volví a abrazarlo, besando su pecho para luego soltar un suspiro.
—Buenos días.
Me sentía revitalizado, como nuevo, y era curioso.
—Nuestro vuelo sale a las tres, pero tenemos que llegar al aeropuerto cerca de la una.
—Hmm… —Me abracé más fuerte y oí su risa—. Quiero quedarme así más. ¿No nos podemos ir mañana?
—¿Quieres vacaciones? Hace seis semanas que no trabajas.
Solté un respingo y lo miré con un mohín. Él soltó la carcajada y me impulsó un poco hacia arriba para sellar mis labios con los suyos.
Me relajé y me dejé llevar, intercambiando un largo b