LARS
Ulrik me agarró la mano con fuerza mientras me guiaba entre los árboles, y solo tuve ojos para él y el camino.
En el cielo brillaban las luces de la tormenta, y en mi interior luchaba con el recuerdo de un pasado traumático que me perseguía incluso en estos momentos, amenazando con romperme y devorarme.
Corrimos y corrimos por metros y metros, tanto que perdí la noción de la distancia, hasta que los árboles se juntaron cada vez más y más y el bosque se hizo más espeso. Pero él nunca soltó mi mano, siempre la sostuvo con firmeza. Entonces, cambió de curso al sur hasta que llegamos a algunas colinas, y por fin se fue a un lado.
Ahí se encontraba la entrada de una cueva.
—Vamos, vamos rápido.
Espetó. Lo notaba andar con más dificultad, y al entrar se tambaleó y cayó de rodillas.
A pesar de que el cielo rugió con un trueno que me dejó imposibilitado por unos segundos, la preocupación por él sobrepasaba todos los límites, y me tiré a su lado.
—Till, Till, vamos, recuéstate.
Yo llevaba