(Narrado por Flávia)
Un mes.
Fue el tiempo que duró mi tregua desde que Deivison fue arrestado en el galpón, esposado y sangrando, mientras gritaba que volvería por mí.
Ahora, en la fría sala del tribunal de Manhattan – sí, Manhattan, con sus calles de concreto que nunca duermen –, sentía de nuevo el peso de su mirada de odio.
El tribunal olía a café recalentado y ansiedad.
— Señorita Flávia, ¿no le parece curioso que estas acusaciones solo surgieran después de su relación con el Sr. Hawthorne? El abogado de Deivison sonrió, los dedos golpeando la mesa como si tocara un piano invisible.
Mis manos temblaron, pero no me callé. A mi lado, la abogada de Rafael – una mujer de traje impecable y ojos que ya habían visto demasiado – levantó un documento antes de que pudiera responder.
— Objeción, su señoría. El acusado tiene un historial extenso de violencia. Varias víctimas, principalmente mujeres negras, y un diagnóstico psiquiátrico confirmando su obsesión patológica con mi cliente. Ella a