(Narrado por Flávia)
El tribunal olía a café expreso y tensión.
Dos días de audiencia. Dos días revolviendo heridas antiguas, exponiendo cada cicatriz que Deivison había dejado en mí—en mi cuerpo, en mi mente, en mi historia.
Sí, ya habían pasado dos días, puesto que infelizmente, Deivison pagó a un excelente abogado que siempre apelaba y lograba descalificar a los testigos, por eso mismo, aun con el flagrante y tantas pruebas, todavía no se había dado el veredicto final. Pero yo no desistía, estaba allí. De pie. Firme.
Y, a mi lado, Rafael.
Su traje negro parecía armadura, la postura rígida de quien contenía su propia furia con manos de acero. Cada palabra del fiscal, cada prueba presentada —el informe médico del abuso, los mensajes amenazadores, el testimonio del delegado corrupto de Austin— todo hacía que los ojos de Deivison se oscurecieran de odio. Pues si él tenía un buen abogado, Jennifer Scott, mi abogada también lo era.
Pero él no podía hacer nada.
Al menos, no allí.
Cuando l