MARTIN
La piedra ya había sido lanzada, pero no estaba listo para aceptar que fui yo quien lo hizo.
Peor aún, estaba Laura.
Había decidido enfrentarse a mí y, aunque lo sospechaba, nunca pensé que sus palabras y la posición que tomaría en este caso me dolerían tanto.
La seguí de lejos y ver su silueta encogida, caminando entre lágrimas, me desgarró por dentro. Pero tenía que darle espacio.
Cuando llegó a casa, su padre estaba afuera. Sin dudarlo, corrió a abrazarlo.
Me detuve a unos metros y bajé del auto. No sabía si quedarme o irme, pero cuando ella levantó la vista y me miró con seriedad, supe que ya no había nada que pudiera hacer.
—¡Martin! — dijo Rodrigo—Se lo contaste.
—Ya lo sabía, Celina se lo había dicho— le conté.
—Mañana hablaré con Bryan —anunció ella.
Su padre la miró sorprendido y negó de inmediato.
—No, Laura. No te meterás en esto.
Pero ella insistió. Y al final, él suspiró, derrotado.
—Está bien. Yo te llevaré.
Laura ya no me dirigió ni una sola palabra. Entró en la