LAURA
Se acerca a mis labios, y antes de que pueda rozarlos, una chispa de determinación atraviesa mi mente. Levanto mi rodilla con toda la fuerza que puedo reunir y ¡zas!, lo golpeo en la entrepierna.
Un gemido de dolor lo obliga a soltarme, y retrocede tambaleándose.
—Nunca más vuelvas a tocarme —digo, con voz firme y la respiración agitada.
—Llegará el día en que te tome entre mis brazos y te haga el amor de una manera tan intensa que jamás querrás a otro hombre en tu vida.
Sus palabras caen como un golpe y, antes de pensarlo, mi mano cruza su rostro con una bofetada cargada de rabia.
—Estás enfermo. ¡Mírate! Ya no eres mi héroe de infancia. Ahora eres el monstruo bajo la cama que no quiero encontrar.
Él apenas parpadea, como si mi rechazo no tuviera peso alguno. Da un paso hacia mí, y yo retrocedo instintivamente. Antes de darme cuenta, mi espalda toca la fría pared, atrapándome sin salida.
—Seré el hombre que te haga gritar de placer —dice, colocando sus manos a los lados, cercán