Al llegar a la vivienda de su amiga, Ariana tenía los ojos tan hinchados como los pies. Su boca seguía seca, y una presión en el pecho la acompañaba desde que salió de aquel lugar.
Karina, al verla en la puerta, dejó a un lado las revistas que sostenía. Se acercó con preocupación y le lanzó preguntas sobre dónde había pasado la noche. De verdad tuvo miedo de que no volviera, incluso llamó a la policía.
Ariana explicó de forma breve que permaneció afuera del club y se encontró con Axel.
—¿Te hizo algo? —preguntó Karina, con un escalofrío que le recorría la espalda.
—Ese tipo está loco —dijo Ariana mientras tragaba saliva. En su mente apareció la sonrisa inquietante de aquel hombre después de golpear al otro sujeto.
Karina frunció el ceño. La mirada de Ariana dejaba entrever el miedo que la envolvía. Entre sollozos contó la horrible experiencia que tuvo esa madrugada.
Su amiga le hizo jurar no volver a ese club. Y alejarse lo que más pudiera de ese tipo enfermo.
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Los días tran