Y entonces, el llanto desgarrador de Ariana llenó la habitación, un eco en cada rincón. El dolor, la rabia, la tristeza... todo se desbordó.
Ariana podía estar segura de haber escuchado un crujir en su interior. Algo en su pecho se rompió un quiebre tan profundo y desgarrador que no le quedaba claro cómo seguía viva.
El peso de la noticia, las palabras del médico, la cruel certeza de lo irremediable... Todo era demasiado para ella. Los recuerdos de Alana, de su risa, de sus pequeños gestos, el dolor de saber que ya no habría más de eso.
De repente, no pudo sostenerse. Sus piernas flaquearon otra vez. Cayó al suelo, sus rodillas chocaron con el piso duro y frío de la habitación. No sentía dolor físico.
Su cuerpo, se encontraba anestesiado por la angustia. Solo sentía una presión insoportable en el pecho, un dolor que la quemaba por completo.
Sus muñecas, moradas, aún recordaban el último jaloneo que Axel le dio, antes de caer en ese extraño estado mental. Pero nada de eso importaba. E