Narrado por Isabela
El sonido de sus llaves chocando contra la mesa de mármol me devolvió un aire que no sabía que estaba conteniendo. Adrián había vuelto después de tres días en Estados Unidos, tres días llenos de llamadas cortas, mensajes fríos y excusas razonables que no terminaban de sonar sinceras. Desde que cruzó la puerta, el aroma de su perfume se mezcló con el del viaje: metal, whisky caro y una distancia que se sentía como un abismo.
Lo observé en silencio mientras hablaba por teléfono, caminando por el salón como si el mundo le perteneciera. "Sí, Caroline, asegúrate de que los documentos estén listos para mañana. No, no hay problema, yo me encargo del resto", decía con esa voz autoritaria que siempre usaba en sus negocios. Caroline Mejía, su asistente, había empezado a darme indicios de que algo no andaba bien. Cada vez que llamaba a Adrián, siempre escuchaba la voz de ella de fondo, y él parecía cada instante más nervioso. Pero algo en ese viaje no me cuadraba, y lo iba a